Hasta cuatro años después no fue iniciado el preceptivo expediente oficial, en el que no hay informe alguno de los técnicos municipales
El Ayuntamiento pagó más hormigón del que realmente se echó, tal como denunció un arquitecto municipal represaliado
Manuel de Cimadevilla. Periodista
La Nueva España, 22/10/2018
En la exposición que está abierta al público en el Centro de Cultura “Instituto Jovellanos” sobre la realización del “Elogio del Horizonte” y que ha sido inaugurada a bombo y platillo –sin saber muy bien realmente a causa de qué, ya que estas fechas no son el aniversario de nada- anunciándose hasta la participación de expertos internacionales para su análisis, nadie ha querido reflejar las graves irregularidades administrativas acaecidas en todo el proceso sobre el que siempre se cubrió con un manto de silencio total. De ahí que me parezca oportuno recordarlo para que nadie se llame a engaño y el tiempo ponga a cada uno en su sitio.
La inauguración de la escultura de Eduardo Chillida, “Elogio del Horizonte” –el acto oficial fue el 9 de junio de 1990- se llevó a cabo sin que previamente fuese tomado acuerdo alguno por parte de la Corporación Municipal. Así como también llama la atención el hecho debidamente documentado de que ningún técnico municipal haya controlado los trabajos realizados en el cerro de Santa Catalina, ya que tanto el encargo escultórico a Eduardo Chillida, como las obras para su construcción fueron adjudicadas directamente, lo que constituye toda una grave anomalía administrativa y política. Ni pasaron por comisión informativa alguna, ni fueron aprobadas ni por la Comisión Municipal Permanente, ni tampoco por el Ayuntamiento Pleno. Alguien sabrá las razones de tanto oscurantismo y también alguien debería algún día dar las pertinentes explicaciones a la ciudadanía.
Las obras no fueron certificadas por ningún técnico municipal
Las obras para la instalación de la escultura “Elogio del Horizonte” de Eduardo Chillida, en el cerro de Santa Catalina no fueron revisadas, ni certificadas por técnico municipal alguno. El entonces arquitecto municipal José Luis Carballo González se negó en el despacho de la Alcaldía a firmar la certificación final de las obras realizadas sin control municipal alguno que le presentó Vicente Alberto Álvarez Areces, al considerar que las toneladas de hormigón que se presentaban en la factura al cobro eran desproporcionadas y no podían haber sido echadas para construir la escultura.
De estas anomalías realizó un informe por escrito el entonces arquitecto municipal José Luis Carballo -por lo que fue represaliado y tuvo que irse a trabajar al Ayuntamiento de Villaviciosa- y, sin embargo, sorprendentemente, tampoco figura en el expediente municipal.
El expediente fue iniciado cuatro años después de la inauguración
Además tal como se demuestra en el expediente que se puede consultar en el Archivo Municipal de Gijón está lleno de irregularidades, ya que aunque cueste creerlo fue iniciado cuatro años después de haber sido inaugurada oficialmente la escultura de Chillida. El expediente –al que tuve acceso hace años, después de que lo autorizase el secretario general letrado, Mariano López Santiago, al haber transcurrido el tiempo preceptivo para su libre acceso al público- se inicia con un informe sin fecha del arquitecto Francisco Pol -en la que hace memoria de lo ocurrido en todo el proceso desde que él fuese responsabilizado de la recuperación del cerro de Santa Catalina y del barrio de Cimadevilla, con propuestas que fueron desechadas como consecuencia de la oposición del vecindario del antiguo barrio de pesquerías- recordando que el encargo a Eduardo Chillida se hizo en el año 1987 para que la obra fuese “una de las señas de identidad” de Gijón, con un presupuesto de cuarenta y cinco millones de pesetas –cinco de los cuales, calificado entonces como precio simbólico, los cobró Eduardo Chillida-; sin embargo, a la hora de la verdad, el costo del “Elogio del Horizonte” aumentó en más de veinte millones de pesetas –que tuvieron que ser sufragados con aportaciones especiales financiadas a fondo perdido por la Caja de Ahorros de Asturias y El Corte Inglés- como consecuencia, entre otras cosas, de la necesidad de efectuar una cimentación especial por pilotaje, que aunque resulte muy extraño para todos, no había sido prevista por la empresa Entrecanales y Tavora SA, a quien se le adjudicaron directamente las obras, sin el preceptivo concurso público previo, lo que también supuso una flagrante vulneración de los procedimientos legales de contratación. La empresa Entrecanales y Tavora presentó una factura sin fecha, por importe de 63.339.592 pesetas, sin que hubiese constancia alguna de la intervención de los técnicos municipales en su aceptación, tal como es preceptivo en todo expediente administrativo. En dicha factura se contemplan: los estudios geológicos, la ejecución de la cimentación con dieciséis pilotes de veintiún metros y el cuerpo de la escultura, además del alquiler de la nave para el encofrado de madera de la obra escultórica.
Nada se sabe del encofrado de madera que tendría que ser propiedad del Ayuntamiento
Aunque, inicialmente, Eduardo Chillida había pensado desarrollar su obra escultórica en un encofrado de chapa de acero, con posterioridad decidió que fuese realizada en piezas de madera, lo que supuso un encarecimiento del treinta por ciento -16.755.512 pesetas- del presupuesto inicial. Se justificó aquel cambio de encofrado para que éste pudiese ser exhibido posteriormente en exposiciones que permitiesen la promoción turística de la ciudad, tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, del valioso encofrado de madera nunca más se supo y no consta en el patrimonio municipal.
El irregular expediente finaliza con un breve informe de Francisco Pol -con fecha 14 de abril de 1994- en el que como arquitecto director de las obras de urbanización del recuperado cerro de Santa Catalina asegura que Entrecanales y Tavora cumplió con sus obligaciones contractuales, a efectos de devolución de la fianza. Esto ocurría, curiosamente, cuatro años después de la inauguración oficial. Y nunca pasó nada.
En dicho expediente municipal tampoco figura ninguna obligación con Eduardo Chillida para que su obra –que con la socarronería habitual de los vecinos de Cimavilla fue calificada como “el wáter de King Kong”- no pudiese ser iluminada por la noche para darle un mayor realce y pudiese ser contemplada desde toda la bahía de Gijón. Tal vez haya llegado el momento de que por parte de la Corporación Municipal se proceda a adoptar los acuerdos pertinentes para su iluminación nocturna, ya que ello daría una mayor visibilidad a lo que se considera el símbolo de la ciudad.
Que ningún técnico municipal haya controlado las obras adjudicadas a dedo, sin concurso previo, que se hayan aceptado revisiones del proyecto sin más ni más y que, al final, haya sido preciso inventarse un expediente cuatro años después de su inauguración oficial es algo que resulta increíble. Y que en ese expediente no figure ni el informe del entonces arquitecto municipal en el que denunciaba las graves anomalías que se habían producido, ni tampoco haya en él informes del Interventor Municipal de Fondos, ni de Comisión Municipal alguna, deja bien a las claras el caos que imperó en el urbanismo gijonés en la “era Areces”. También resulta muy extraño que la responsable de la oposición municipal, Mercedes Fernández, portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento no se preocupase por denunciar todas estas graves irregularidades en la contratación y control de esta importante obra. Eso, desde luego, no hubiese pasado siendo edil Francisco Álvarez-Cascos.
De esto, claro, en los medios de comunicación nadie dijo nada, por si acaso. Ya lo advirtió hacía muchas décadas “La Codorniz”: donde no hay publicidad resplandece la verdad.
Eso sí se hicieron la foto el día de la inauguración oficial mirando hacia otro lado y tapándose las narices.
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