Frente al clientelismu y la manipulación política, otra Función Pública n´Asturies Ye Posible.
El día 5 de noviembre del 2008 se constituyó el Conceyu por Otra Función Pública n´Asturies (COFPA), como asociación abierta a todos los trabajadores pertenecientes a las diferentes Administraciones Públicas existentes en Asturies.
COFPA es una asociación al servicio del interés general y no un grupo corporativo, ni una central sindical.
cofpas@gmail.com
Así es cómo consiguen los hijos de la élite que los contraten en trabajos de élite
Aunque muchos científicos sociales lo sospechaban, hasta la fecha
existía poca literatura sobre cómo los procesos de selección favorecen a
las familias más adineradas. Un nuevo libro explica qué ocurre
Según
la RAE, el pedigrí es la “genealogía de un animal”. En otras palabras,
su linaje, marcado por padres, abuelos y otros antecesores. Pedigree (Princeton University Press) es también el título del último libro de Lauren A. Rivera, profesora de management
de la Universidad de Kellogg, en el que intenta responder a la pregunta
de por qué los hijos de la élite obtienen los mejores trabajos mientras
que los descendientes de las clases bajas y medias tienen que
conformarse con empleos peor remunerados y con mucho menos poder. Una situación que se reproduce generación tras generación.
“La mayor parte de los americanos piensan que el trabajo duro
(y no la sangre azul) es la llave para el éxito”, escribe en el primer
capítulo del libro. “Libros de texto, periódicos y novelas están
repletos de historias a lo Horatio Alger, en las que un
individuo se alza a través de la perseverancia y el empuje personal”.
La sociedad se presenta a sí misma como el súmum de la meritocracia,
pero la realidad es que la élite se perpetúa a sí misma a través de
diferentes mecanismos que Rivera explica en el libro. Y, a pesar de que
se centra en EEUU, muchas de sus enseñanzas pueden aplicarse a todas las
sociedades occidentales.
Para
desvelar el funcionamiento de este sistema, la autora ha entrevistado a
decenas de seleccionadores de personal de las grandes firmas de
abogados, las consultoras y el sector bancario. Su conclusión es que los
empleadores utilizan criterios de medición relacionados, de forma
implícita, con los orígenes familiares del candidato: “Tomado todo
junto, estas decisiones en apariencia económicamente neutrales derivan
en un proceso de selección que filtra a los estudiantes basándose en el estatus socioeconómico de sus padres”.
Haber estudiado en una universidad de élite o trabajar como becario en
una firma como Goldman Sachs son interpretados como signos de la aptitud
del candidato, su inteligencia y su ética de trabajo. Lo peor de ello,
señala Rivera, es que todas estas cualidades son interpretadas no como
una herencia paterna (un pedigrí), sino como el producto de la habilidad
y el esfuerzo personal.
Cómo la educación crea una nueva élite
La autora recuerda que, hasta hace relativamente poco, la élite se perpetuaba a través de la transferencia de sus imperios empresariales y su fortuna. Ahora, esta transmisión es indirecta, y se articula a través del sistema educativo.
Para empezar, por el embudo de acceso que supone la educación superior.
Según los datos que refleja la autora, el 80% de la cuarta parte de la
población más rica obtiene un título, mientras que tan sólo el 10% de la
cuarta parte más pobre lo hace. Pero también por la financiación de los
colegios en EEUU, donde el valor de la propiedad es un factor
determinante. Así, las familias con más recursos económicos no sólo
pueden garantizar a sus hijos una mejor educación en forma de colegio
privado, sino que también viven en las regiones donde la educación es de
mejor calidad.
Ventajas económicas
Una vez
los niños se hacen mayores, se han de enfrentar a uno de los grandes
problemas para los jóvenes del siglo XXI: el elevado precio de las
matrículas que a veces los obliga a endeudarse,
Una vez en la universidad, el comportamiento entre los más y los menos
favorecidos es muy distinto. Mientras que aquellos que cuentan con un
potente apoyo parental pueden concentrarse en las actividades sociales,
en hacer contactos, en estudiar y en trabajar como becarios incluso gratis,
los que necesitan trabajar para costear la matrícula tienen un menor
margen de elección y probablemente terminarán pasando gran parte de las
horas del día conviviendo con otros estudiantes en su misma situación. Lo más importante es el mérito, pero este se define en función de los valores de las clases más privilegiadas
Conexiones sociales
Mientras
los hijos de los ricos comparten con otros descendientes afortunados
sus años de universidad, sus padres pueden estar intercambiando
opiniones, formando lazos y decidiendo conjuntamente su futuro. Un buen contacto puede conseguir una plaza en un colegio privado o unas prácticas en una empresa potente. Recursos culturales
Rivera cita al sociólogo francés Pierre Bourdieu
para explicar cómo los niños adquieren desde sus primeros años de vida
determinados gustos, valores, estilos de interacción, formas de
conversar, de vestir y de hablar y comportamientos que definen la clase social a la que pertenecen; en definitiva, lo que llamó "habitus". La cultura contribuye a esta persistencia del privilegio moldeando las visiones del mundo de los más jóvenes y de sus padres.
Gracias al tiempo libre que poseen, los más adinerados pueden dedicarse a hacer contactos. (iStock)
Esto
se traduce en que “las clases bajas suelen preferir objetos,
oportunidades y experiencias que tengan un valor práctico e inmediato”.
Por el contrario, las clases privilegiadas, liberadas de sufrir
quebraderos de cabeza por su subsistencia, suelen tener una visión más a
largo plazo de sus aficiones, que no tienen por qué tener una
aplicación a corto plazo y que suelen necesitar una mayor inversión de dinero, tiempo y energía.
Un ejemplo muy claro: mientras que el baloncesto o el fútbol son
deportes populares, el polo o la hípica lo son de las clases más altas,
puesto que no sólo requieren una mayor inversión en equipo y espacios,
sino porque, a diferencia de los deportes de pelota, implican un
conocimiento técnico muy concreto.
En términos educativos y
laborales, ello provoca que los estudiantes de las clases bajas y medias
elijan dedicaciones más estables y con una mejor paga desde el primer
momento, aunque quizá no a largo plazo. Por el contrario, los ricos
persiguen puestos a largo plazo, que proporcionen una mayor satisfacción
personal y autoexpresión.
No sólo eres rico, sino que lo pareces
Los ricos no sólo deben serlo, sino parecerlo. “La clase se manifiesta en los cuerpos”,
recuerda Rivera. En sus ropas, en su forma de hablar, en los bienes de
consumo o aparatos tecnológicos que utilizan, pero también en el blanco
de sus dientes o en su forma física, esa que han podido alcanzar gracias
a no tener que pasar sus horas muertas trabajando como camareros. Y,
tal y como demuestran las encuestas, tendemos a confiar más en las
personas que presentan dichas cualidades personales. Los
padres de los niños ricos los apoyan hasta las últimas consecuencias;
los de la clase trabajadora les proporcionan independencia
¿Qué es el mérito? Lo que yo he conseguido
La
sociedad se muestra de acuerdo en que el mérito personal debe ser la
única razón para obtener o no un trabajo. Harina de otro costal es qué significa el mérito en realidad.
Como pone de manifiesto Rivera, la definición del mérito cambia a lo
largo del tiempo y refleja los valores que una sociedad comparte en un
momento histórico concreto. Actualmente, el énfasis se encuentra en los
heredados del protestantismo y basados en el carácter personal.
Eso se traduce en participar en actividades extracurriculares, ser un
gran deportista y tener una gran iniciativa, todos ellos factores que se
valoran a la hora de decidir entre un candidato u otro y que, como
hemos visto, son propios de los hijos más afortunados. Debido a que
definimos el mérito según nuestro propio criterio, es natural que
busquemos en aquellos a quienes tenemos que dar el visto bueno las
cualidades en que nos vemos reflejados.
Así educan los ricos, así educan las clases medias
Una investigación muy reveladora a tal respecto es la desarrollada por la socióloga Annette Lareau,
cuya teoría de la “cultivación concertada” define las diferencias entre
clases a la hora de educar a los hijos. Mientras que los más ricos ven a
sus hijos como proyectos que necesitan inversión económica y temporal,
los padres de las clases trabajadoras son defensores del “crecimiento natural”,
la creencia en que el mayor desarrollo de la persona se produce cuando
goza de su independencia. Ello provoca que las élites jueguen un rol más
activo a la hora de defender, colocar y promover a sus criaturas,
mientras que los padres de clase trabajadora descuidan dicho aspecto al
considerar que esto les perjudicará.
En las entrevistas, el seleccionador busca un par de rasgos que se correspondan con su visión del mundo. (Corbis)
Ello
también se refleja en el desempeño de los alumnos en clase. Los
estudiantes más privilegiados, paradójicamente, suelen pedir ayuda más a
menudo a los profesores, lo que provoca que recaben su atención y
parezcan más motivados. Lo contrario ocurre con los niños de clase
trabajadora, que piensan que es de débiles pedir ayuda, por lo que son
olvidados por los docentes y, al carecer de guía, tienen más posibilidades de equivocarse.
Cómo contratan las empresas
Rivera
detecta un vacío en las investigaciones sobre la brecha entre ricos y
pobres a la hora de ser contratados: “La literatura asume a menudo que
el estatus cultural y socioeconómico importa en las decisiones de los
empleadores y en el acceso a los trabajos de la élite, pero aún no han
conseguido demostrarlo empíricamente”. Su objetivo es, precisamente,
explicar cómo se produce dicho proceso. La autora recuerda que, por lo
general, los recursos humanos se centran en una o dos características
observables del candidato que pueden encajar o no en el trabajo, y que
suelen responder a estereotipos o experiencias personales, no a un criterio preestablecido.
Para ser contratado, debes contar historias y experiencias que se correspondan con las visiones del mundo de las clases altas
Una
de las herramientas que las grandes firmas de abogados, bancos y
consultoras –los servicios de la élite profesional o EPS– utilizan para
captar el talento es el reclutamiento en campus, en el
cual las compañías se desplazan a los centros para realizar entrevistas a
los alumnos en los que se encuentran interesados. De ahí saldrán las
“clases” de becarios y trabajadores que pertenecen a la misma generación
y acceden a la vez a las grandes compañías. Estas seleccionan las
universidades, donde colocan anuncios, aceptan currículos y entrevistan
candidatos donde los juzgan en función de sus cualidades. En el caso de
los bufetes, priman las habilidades interpersonales y sus actividades
extraescolares. En el sector bancario, su familiaridad con los
principios financieros. En las consultoras, su formación técnica.
Rivera
recuerda en su libro que los departamentos de recursos humanos tienen
menos importancia a la hora de tomar decisiones de lo que parece, y que
por lo general, la responsabilidad recae en los profesionales más
importantes de la empresa, que son quienes evalúan a los candidatos.
Además, los estudiantes que suelen ser contratados con mayor frecuencia
son los que tienen, gracias a su familia, un contacto en la industria.
Participar en actividades relacionadas con la élite y en actividades
extracurriculares prestigiosas son importantes puntos a favor a la hora
de juzgar un currículo, así como ofrecer en la entrevista “historias,
experiencias y actividades” que encajen en la definición del éxito de
las clases altas. En último lugar, Rivera denuncia que los
seleccionadores de personal raramente reciben guías para juzgar
objetivamente el mérito. En definitiva, todos esos procesos que en
apariencia parecen sistemáticos, están diseñados para apelar a la
subjetividad del seleccionador, que por lo general, pertenece a la clase
que de esa manera se perpetúa en los puestos de responsabilidad de las
grandes empresas.
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