Javier Álvarez Villa
¿Hay
o no una “clase imperante” en la sociedad capitalista, que en
virtud de su poder económico utiliza el Estado como instrumento para
el dominio de la sociedad? Miliband recuerda que los teóricos de la
democracia liberal – y, a menudo los de la democracia social –
consideran que el poder en el capitalismo avanzado es tan difuso,
está tan fragmentado y sometido a multitud de frenos y contrapesos
que resulta imposible que ejerza su hegemonía sobre el Estado y
sobre la sociedad. Para los ideólogos del liberalismo político,
como mucho podría hablarse de una pluralidad de élites que compiten
entre sí y que, en virtud de su falta de cohesión, no pueden
considerare como élite dominante.
Desde
Alexis de Tocqueville en adelante fue difundiéndose la opinión de
que “una potente máquina niveladora operaban incesantemente y con
fuerza enorme en todo los países capitalistas avanzados para
convertirse en sociedades niveladoras, igualitarias”. Recuerda
Miliband en El estado en la
sociedad capitalista que
toda una escuela de “revisionistas” socialdemócratas ingleses se
encargaron, en la posguerra, de persuadir al movimiento obrero inglés
del impresionate avance hacia la igualdad que supuestamente se habría
producido en ese periodo. Una afirmación desmentida por los estudios
empíricos realizados en Inglaterra o en Estados Unidos, que
demostraban la existencia de diferencias muy grandes en la
distribución de ingresos y la concentración de una porción muy
grande la riqueza en una clase relativamente pequeña de personas.
Thomas Piketty, en
Capital
en el siglo XXI,
demostraría
más de 40 años después que Miliband había dado en el clavo: el
crecimiento
de la desigualdad había
progresado
significativamente
en
las últimas tres décadas y
se estaba
está
disparando en todos los países desarrollados.
El
estado en la sociedad capitalista se
hace eco de los argumentos de los que rechazan la existencia de una
“clase dominate” detentadora de la propiedad de los medios de
producción, basándose en que una parte significativa del poder
económico habría pasado a los gerentes de las grandes empresas.
Miliband reconoce que es cierto que a la cabeza de las empresas más
grandes y más dinámicas se encuentran, cada vez más, gerentes y
ejecutivos, designados por la propiedad o elegidos por cooptación,
pero a renglón seguido advierte que esta clase gerencial supedita
toda su actividad a la maximización de las ganancias, por lo que la
comunidad de intereses con los propietarios es plena. Además,
recuerda que el origen social de estos ejecutivos suele ser el mismo
que el de los grandes
propietarios y de las clases profesionales. Es
la prueba de que el reclutamiento de las élites es marcadamente
clasista y, en muchas ocasiones, claramente hereditario.
La
sociedad meritocrática, de la que tanto presumen los
teóricos liberales, está condicionada por varios factores que
limitan el ascenso social de los hijos de la clase obrera. Uno de los
fundamentales, la red de “relaciones e influencias” que conecta a
los componentes de las élites y a la que no pueden acceder los
miembros de las clases subordinadas. Apunta Miliband, con una
indisimulada dosis de ironía, que los ricos siempre han tenido mucha
mas “conciencia de clase” que los pobres.
La
cuestión, entonces, pasa por determinar si esa élite económica de
las sociedades capitalistas avanzadas es, también, una “clase
imperante”, es decir, si
tiene el control de los medios de decisión política. Porque, se
trata de responder a la pregunta fundamental: ¿quién manda
realmente aquí?
La
respuesta a
esta
pregunta adentra en el examen de la concepción del Estado que se
despliega en El
estado en la sociedad capitalista.
Para
empezar, Miliband advierte que el Estado no es una “cosa”, si no
más bien un conjunto de instituciones particulares que se relaciona
e influyen unas en otras en calidad de partes de lo que se podría
llamar “sistema de Estado”.
De
entrada, el Gobierno – ejecutivo – que generalmente es el que
habla en nombre del Estado, lo que no significa que el mismo sea
fuerte, tanto en relación con el resto de instituciones estatales
como respecto a otros poderes exteriores.
El
segundo elemento a tener en cuenta es el administrativo –
Administración Pública - , que ahora se extiende más allá de la
tradicional burocracia estatal y se expande a toda una serie de
organismos públicos y parapúblicos – empresas públicas, bancos
centrales, organismos reguladores etc.- , con importantísimas
funciones económicas, sociales, culturales y de otra índole. Para
Miliband, “el crecimiento extraordinario de este elemento
administrativo y burocrático en todas las sociedades, sin exceptuar
a las capitalistas avanzadas, es uno
de los rasgos más conspicuos de la vida contemporánea; y la
relación de sus miembros más destacados con el gobierno y la
sociedad posee, también, una importancia capital para la
determinación del papel
que desempeña el Estado”
La
alta burocracia contribuye de una forma directa y muy apreciable al
ejercicio del poder estatal, de tal manera que la separación entre
los sectores político
y administrativo no es más, en palabras de Meynaud, que “una
ficción jurídica”. Dentro
del
personal burocrático merecen una especial mención los militares y
las fuerzas de orden público en cuanto se ocupan fundamentalmente de
la “administración de la violencia”.
La
tercera institución a tener en cuenta son las asambleas
parlamentarias – poder legislativo - , cuya relación con el
Gobierno gira en torno a los conceptos de conflicto y cooperación.
De gran actualidad es la reflexión que hace Miliband sobre el
problema que plantea a los “partidos revolucionarios” el ingreso
en los
Parlamentos:
se ven obligados, por más que les pese, a realizar en ellos un
trabajo que no puede ser meramente obstruccionista. ¿Nos suena de
algo?
Mención
especial merecen los jueces y su “independencia” constitucional
respecto del resto de poderes,
cuyo
alcance real tendrá un análisis específico en su momento.
Pero
el sistema estatal no es sinónimo de sistema político, se dice en
El
estado en la sociedad capitalista. Existen
otras instituciones, partidos y grupos de presión que
tiene una enorme relevancia en la actividad política
y en el funcionamiento del Estado.
El
análisis fundamental se centrará
en las relaciones del Estado con la clase económica dominante.
Ya
nos acercamos a los “caballos de Troya” y a las “puertas
giratorias”
Continuará...
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