Javier Álvarez
Villa
La
deriva de los partidos socialdemócratas europeos hacia posiciones
accesorias, cuando no marginales, en Alemania, en Francia y, ahora,
en España, ha sumido a sus líderes y teóricos de cabecera en un
desconcierto intelectual del que solo fluyen explicaciones circulares
y tautológicas para la desafección de las mayorías
sociales con su programa político.
Quizá,
por ello, ahora más que nunca esta mezcla compungida de líderes y
teóricos debería oxigenarse con la lectura del gran sociólogo
británico Ralph Miliband, quien a finales de la década de los 60
del pasado siglo diagnosticó de una forma extraordinariamente
certera los planteamientos “revisionistas” del laborismo
anglosajón y las causas y las consecuencias de las políticas tibias
y complacientes con los amos del capitalismo allí donde gobernaron
los socialdemócratas y donde fueron alternativa a los partidos
conservadores.
Encontrar
hoy en España a la venta El Estado en la sociedad capitalista
es una tarea prácticamente imposible, por lo que el lector inquieto
y atento sólo puede
adquirirlo por encargo traído de México.
Se trata de
un síntoma relevante sobre el grado de
entumecimiento intelectual de este país, en el que la crítica más
conspicua eleva a la cumbre del pensamiento alternativo a verdaderos
bodrios ininteligibles o abiertamente inocuos, consumidos por una
minoría de entendidos
encantados de conocerse.
El
Estado en la sociedad capitalista,
el libro publicado por Miliband en 1969, discurre por otros
derroteros y tiene otras ambiciones. Va dirigido a ofrecer
a todos los que tengan
la inquietud de comprender el mundo en el que les ha tocado vivir,
con la claridad y elegancia literaria que solo alcanzan unos pocos
sabios, una teoría del Estado en
la que se cuestiona de
forma radical y completa
la concepción liberal o democrático – pluralista de la sociedad y
de la política, al resultar
manifiesta y profundamente falsa.
La
concepción democrático – pluralista dominante
en las democracias representativas postula que el poder en estas
sociedades se encuentra dividido, fraccionado, entre diferentes
grupos con intereses contrapuestos, de tal manera que ninguna de
ellos puede convertirse en un poder políticamente decisivo. El
Estado en la sociedad capitalista demuestra
que el poder económico concentrado en unas pocas manos y en una
élite de “hombres de negocios” o
“clase imperante”, no
solo influye en la acción del Estado sino que es un poder decisorio.
Miliband
es un pensador marxista, pero también un socialista convencido, es
decir, aspira a un orden socioeconómico
distinto y más justo que el
capitalismo avanzado de nuestro tiempo, pero compatible con el
pluralismo político. Ello le
obliga a superar la concepción del Estado marxista que se había
quedado congelada en El Estado y la revolución de
Lenin como artefacto del despotismo de clase, con la
excepción de algunas
aportaciones relevantes posteriores de Antonio Gramsci, para abordar
el problema del
Estado en función de la realidad social, económica, política y
cultural de las sociedades
capitalistas modernas, caracterizadas por la extensa y profunda
industrialización y la propiedad y control privado de la mayor parte
de los medios de la actividad económica.
A
pesar de que la intervención
del Estado en la economía
se fue incrementado de forma progresiva con el desarrollo del llamado
Estado del Bienestar, Miliband observa que el capitalismo avanzado es
“prácticamente sinónimo de empresa gigantesca” y que el dominio
de los sectores claves de la industria, las finanzas y el comercio se
estaba concentrando en un
número relativamente pequeño
de macroempresas, fuertemente conectadas y
de carácter transnacional,
pronosticando con un acierto pleno, como ahora sabemos, que ese
dominio de la economía capitalista por las empresas gigantes se
haría aún más pronunciado en los años futuros.
La
intervención del Estado en la economía no solo no servía para
frenar este proceso de concentración y
dominio, sino que, más bien,
tendía a acelerarlo. La obra de Miliband dedica uno de sus estudios
principales a analizar la enorme importancia política de
esta concentración del poder económico privado y
su influencia decisiva sobre la actividad del Estado. Esa estructura
económica característica del capitalismo avanzado tiene
consecuencias
en la estructura social. De entrada, una muy relevante: la existencia
de élites que controlan los principales sectores de la actividad
económica.
Frente
a los
ideólogos de la “desaparición de las clases” o de la sociedad
sin clases, Miliband es contundente: la vida económica y política
de las sociedades capitalistas está “determinada primordialmente
por la relación, nacida del
modo
de producción capitalista, por estas dos clases: la que es dueña y
controla y la clase trabajadora”
Todo
ello, sin perjuicio de la gran complejidad y densidad de estas
sociedades, sobre la que el sociólogo británico realiza una serie
de interesantes precisiones: la existencia de una clase grande y
creciente de profesionales liberales, integrados en la “clase
media”; el crecimiento extraordinario de una clase de trabajadores
de oficina; la importancia de lo que llama “trabajadores
culturales” (escritores, periodistas, intelectuales de distinta
clase etc.) o las personas dedicadas profesionalmente al gobierno del
Estado ( políticos, burócratas, jueces o militares)
Una
obra como El Estado en la sociedad capitalista,
en la que se analiza la
estructura del poder económico, de las instituciones fundamentales
del sistema estatal y de la composición
de la “élite estatal”, de los fines y papeles que desempeñan
los gobiernos en el capitalismo avanzado, de las actividades de la
burocracia, del ejército y de las fuerzas de seguridad y del poder
judicial; y de las “fuentes de legitimación” del sistema, como
los partidos, los grandes medios de comunicación y la educación; es
un libro de una tremenda y extraordinaria actualidad.
¿A
quién le interesa ocultarlo y quiénes
deberían obligatoriamente conocerlo?
Continuará...
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