José María Estrada Janáriz
De
momento, el último hito en materia de personal en la Administración del
Principado de Asturias es la denuncia de 196 funcionarios relativa a las
Directrices para la ordenación y clasificación de los puestos de trabajo. Pero
todo empezó hace ya demasiados años cuando los Juzgados y Tribunales, incluido
el Tribunal Supremo, empezaron a dar varapalo tras varapalo a los gobiernos de
Areces, por su nefasta aplicación de las disposiciones del Estatuto Básico del
Empleado Público en materia de gestión de personal, fundamentalmente en todo lo
relativo a la forma de provisión de los puestos de trabajo y a las comisiones
de servicio. La actitud de la Consejería que en cada momento resultaba la
competente en la materia y de la Dirección General de la Función Pública fue
siempre la misma: interponer todo tipo de recursos, aún a sabiendas de su
inutilidad, tal y como reiteradamente así lo advertía el Servicio Jurídico;
dictar nuevos actos y disposiciones en contra de lo sentenciado por los
Juzgados y Tribunales, que acababan nuevamente anulados o, simplemente, no
hacer nada, en actitud de franca desobediencia.
Esta
conducta de incumplimiento e ignorancia de las resoluciones judiciales, parece
que solo puede tener dos explicaciones. O bien los dos órganos citados actuaron
así dolosamente, es decir, a sabiendas de que ello suponía una postura de
desafío a las distintas resoluciones del orden jurisdiccional
contencioso-administrativo o bien no las ejecutaban por ignorancia o incompetencia, o sea, porque
no sabÍan qué hacer y cómo ante la ingente tarea de desmontar toda una
estructura clientelar tejida y alimentada durante años. En este punto, no puede
olvidarse la vergonzosa actitud de los sindicatos por su “comprensión” hacia la
incalificable conducta de la Administración. A cambio de qué, cabe preguntarse.
Y ante todo esto, ¿qué hizo y hace
Javier Fernández? Pues, ser un digno sucesor de las desacertadas políticas de
Areces en materia de personal. Al parecer, al Sr. Presidente no le ocupa un
minuto de su tiempo tal situación de desobediencia permanente, como tampoco
parece alterarse lo más mínimo por el hecho, casi sin precedentes en esta
Comunidad Autónoma, de que 196 funcionarios se concierten para denunciar lo que
consideran una vulneración
y limitación intolerable de sus derechos como empleados públicos. Resulta, por ello, del todo incomprensible que, después de todo este
tiempo, después de ver que Carcedo y Gancedo solo se deciden a hacer algo ante
las serias advertencia de los juzgados y tribunales sobre las posibles
consecuencias de su actitud, haya mantenido a ambos en sus cargos. Ello, lo ha
convertido en cómplice de la situación, obviamente.
¿Y qué hacer ahora? Es evidente que
a unos meses de las elecciones autonómicas resultaría inútil instar al
Presidente a que disponga el cese de esos dos cargos, entre otras cosas, porque
no encontraría sustitutos. Por tanto, solo cabría pedirle que hiciera algo para
intentar lavar su imagen, de lo que está muy necesitado, ahora que llega la
hora final de su vida en la primera fila de la vida política. En efecto, cabe
pedirle que asuma este nuevo y descomunal error de Carcedo y Gancedo, que
derogue esas Directrices para la ordenación y clasificación de los puestos de
trabajo, que suscitan tamaña oposición, y que ordene a la Consejera y al
Director General que, aunque sea por una vez, cumplan lealmente con lo que ha
sido la unánime doctrina de los Juzgados y Tribunales en materia de provisión
de puestos de trabajo, sentando las bases para que quien les suceda puedan
volver a poner las cosas en su sitio en materia de provisión de puestos de
trabajo.
Continuar como hasta ahora, sería apuntalar aún más si cabe, lo que
constituyó la política de un sedicente partido “socialista” y “obrero” dedicada
a acabar con una función pública profesional inaugurada por Areces, que contó
para ello con la “comprensión” de los sindicatos y con la colaboración, por qué
no decirlo, de más de un funcionario.
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