Javier Álvarez
Villa
Acaso,
la más lúcida y reveladora de las disecciones de la sociedad actual
que realiza Ralph Miliband en El
Estado en la sociedad capitalista, la
más candente e incuestionable, sea la referida al proceso de
legitimación del sistema capitalista.
Marx
dijo que “las ideas de la clase imperante son, en cada época, las
ideas imperantes”, porque
“la clase que tiene a su disposición los medios de producción
material controla, al mismo tiempo, los medios de producción
mental”; Gramsci
habló de la “hegemonía” de
las clases dominantes como predominio ideológico sobre las clases
subordinadas. Miliband, por su parte, hace dos observaciones
preliminares sobre el concepto de hegemonía: la primera, que no es
algo que ocurra como un mero derivado superestructural del predominio
económico y social , sino que es el resultado de un esfuerzo
permanente
y omnipresente, llevado a cabo a través de multitud de agentes y de
agencias; y la segunda, que no es tan solo un asunto de agentes y de
agencias, es decir, de macropolítica, porque también lo es de
micropolítica, a través de diferentes formas de disuasión y
presión dirigidas a extender y conseguir, de manera efectiva, la
aceptación del orden social capitalista y
de sus valores o, dicho de otro modo, un intenso y asfixiante proceso
de adoctrinamiento
masivo.
La advertencia de Miliband debería
resonar con fuerza en los oídos de los que hoy quieren cambiar a los
que “no nos representan”: el adoctrinamiento masivo y el lavado
de cerebro no es
exclusivo de los regímenes dictatoriales o autoritarios de un solo
partido. El Estado en la
sociedad capitalista
sienta esta premisa fundamental para comprender la realidad de los
tiempos que corren y obrar en consecuencia: para que se produzca el
adoctrinamiento masivo no es necesario el control monopolista del
poder o la prohibición de la oposición. Antes
bien, basta sólo que la
competencia ideológica sea tan desigual que dé una aplastante
ventaja a
un lado en contra del otro, lo que sucede
en las sociedades capitalistas avanzadas.
Esa “empresa combinada y
formidable de adoctrinamiento conservador” a la que se dedican el
Estado y las fuerzas económicas dominantes cobra, en palabras de
Miliband, “características
inconmensurablemente más formidables gracias a la ayuda que recibe
de otros agentes de la “socialización política”, a saber, los
medios de difusión masivos y la educación”
Aunque en las sociedades
capitalistas avanzadas los medios de comunicación no están
normalmente monopolizados por el poder político, ni sometidos a él,
y exista libertad de expresión de ideas y opiniones, esta significa
principalmente la
libre expresión de ideas y opiniones útiles para el sistema
dominante de poder y de privilegios.
Así, por lo que se refiere a la prensa, Miliband constata como “la
mayoría de los periódicos del mundo capitalista tienen en común un
rasgo esencial, a saber, su vigorosa y, a menudo, apasionada
hostilidad para todo lo que se encuentre muy a la izquierda de las
formas más benignas de la socialdemocracia y, muy comúnmente,
contra esas formas benignas también”
La Prensa ha defendido constantemente la retracción del sector
público y el fortalecimiento de la empresa privada como condición
necesaria de la prosperidad económica, el bienestar social, la
democracia y la libertad; ha sido siempre una firme fuerza
antisindical y ha satanizado a cualquier movimiento “revolucionario”
que pusiera en cuestión el orden dominante, marcándolo muy
frecuentemente con el marchamo de su “inspiración comunista”
como símbolo inequívoco del mal.
Es cierto que ni los gobiernos
socialdemócratas, ni tampoco los conservadores, gozan de inmunidad
a las crítica y ataques de los medios, que presumen así de su
“independencia” y de su condición de “perro guardián” de la
democracia. Pero El
Estado en la sociedad capitalista advierte
a continuación que “lo que tal afirmación pasaría por alto, sin
embargo, es el hecho patente y repetido de que es la izquierda,
contra lo que los perros guardianes ladran en general con mayor
ferocidad, y es el statu
quo lo que guardan sobre
todo”
Y, a partir de aquí, el sociólogo británico pasa a abordar el
meollo de la cuestión: el de las influencias que pesan sobre los
medios de comunicación de masas y su incidencia sobre la política
en las sociedades capitalistas avanzadas.
La primera y más evidente de esta influencias es la que tiene que
ver con la propiedad y el control de los “medios de producción
mental”: lo más notable, destaca Miliband, es que estos medios de
información y comunicación no son sólo negocios, sino que
pertenecen a los grandes negocios. “La norma de concentración
manifiesta en todas las demás formas de empresa capitalista es
evidente aquí también: la prensa...la radio y la televisión… han
pasado a ser , cada vez más, propiedad de un número pequeño y
constantemente decreciente de empresas gigantescas, que tienen
intereses mixtos en diferentes medios de la información y difusión
y, también, a menudo, en otras esferas de la empresa capitalista”
Si el derecho de propiedad confiere el derecho a hacer propaganda, se
dice en El Estado en la sociedad capitalista, el ejercicio de
ese derecho consistirá, tanto en afirmaciones en pro de los
intereses de los dueños, como en omisiones de todo aquello que a los
propietarios les parezca inconveniente publicar. Se harán
concesiones a la disensión, sin duda, para aparentar un pluralismo
mucho más retórico que real, para cuya materialización siempre se
dispondrá de plumas bien dispuestas y, generalmente, de pago; pero
siempre que no se cuestione el sistema de raíz. Una crítica acá
sobre un tema concreto, otra allá sobre otro, que se harán pasar
como más o menos extravagantes o heterodoxas y a pasar por caja.
La segunda fuente de control y manipulación sobre los medios de
comunicación es la que ejercen, directa o indirectamente, “los
intereses capitalistas, ya no como dueños, sino como compradores de
publicidad”. Miliband cita una frase referida a la Prensa francesa,
que muy bien podemos trasladar hoy a la española: “Las consignas
que el dinero hace pesar sobre la Prensa consisten en prohibiciones,
en no mencionar temas o dar instrucciones sobre lo que hay que
publicar”
De lo que se quejan hoy los medios minoritarios era ya un fenómeno
evidente a fines de la década de loa 60 del pasado siglo: a pesar de
que algunos puedan tener una importante circulación, no les llega
dinero por concepto de publicidad pagada por las empresas, ni por
publicidad institucional de los Gobiernos. Por algo será.
El tercer elemento de presión sobre los medios de comunicación
proviene del Gobierno y de los diferentes aparatos integrados en el
sistema del Estado, principalmente, en su función de suministradores
de explicaciones de las políticas oficiales manifiestamente
tendenciosas.
¿Qué papel juegan aquí los trabajadores de los medios:
productores, editores, periodistas, redactores, comentaristas,
directores etc.? Según Miliband, un cuadro realista de las
tendencias ideológicas de quienes trabajan para los medios de
comunicación los dividiría en tres grandes categorías: un grupo
minoritario, integrado con diferentes matices en el espectro político
de la “izquierda”; los de ideología marcadamente conservadora; y
un tercer grupo, probablemente el más numeroso, “cuyas
convicciones políticas son más bien vagas y desean sobre todo “no
meterse en líos”
A los partidarios del sistema y a los “indiferentes” no les
molestarán las limitaciones, restricciones e imposiciones emanadas
del poder económico y del político. Por tanto, ni son rebeldes, ni
responderán airadamente frente a las coerciones. Lo que toca es
obedecer.
Y ahora, un día sí y otro también, esta gran maquinaria de fomento
del conformismo y de defensa a ultranza del statu quo mediante
la manipulación masiva de la información y el suministro de
entretenimiento narcótico, no duda en amonestar farisaicamente a sus
lectores y televidentes por dejarse engañar por las fake news
(desinformación deliberada o directamente falsa en la era de
Internet). ¿Pero no es este su oficio principal desde que actúan
como instrumento de legitimación del sistema capitalista?
No hay comentarios:
Publicar un comentario