Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
Durante los diez años del periodo conocido como la Gran Recesión (que
para millones de personas ha sido la Gran Depresión) el bienestar
social y calidad de vida de las clases populares de España han alcanzado
unos niveles de deterioro que deberían ser el principal elemento en el
discurso y debate político del país y en la cobertura mediática de la
realidad española. Y en cambio, no lo son. El monotema hoy en el
establishment político-mediático del país es el conflicto entre los
nacionalismos, el españolista liderado por el Partido Popular, presidido
por el Sr. Mariano Rajoy, y el catalanista, liderado por el gobierno de
Junts Pel Sí, presidido por el Sr. Puigdemont, dirigente del partido
hegemónico en el gobierno (el PDeCAT) que ha gobernado Catalunya (con el
nombre de Convergencia) durante la mayor parte del período democrático.
Ambos partidos están hoy siendo investigados por casos de corrupción
que implicarían financiación ilegal (caso Gürtel en el PP o caso Millet
en CDC), juicios que no aparecen ni en las primeras páginas de los
rotativos ni en lugares destacados de los mayores canales televisivos ni
de las cadenas de radio.
En realidad, en Catalunya el caso Millet y sus conexiones con la
financiación ilegal de CDC ni siquiera aparecen en las últimas páginas
de los rotativos catalanes, en la televisión pública TV3, o en los
canales privados. Y en España hace unos días el inspector jefe de la
UDEF (Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal), encargada de la
investigación del caso Gürtel, declaró en el Congreso de Diputados (en
respuesta a las preguntas que le hicieron en una sesión de la comisión
de investigación sobre la presunta financiación irregular del PP) que el
presidente de España, el Sr. Rajoy, había recibo dinero negro (en
sobres) de la Gürtel. Y a pesar de la enorme importancia de la noticia,
ningún gran periódico español (El País, El Mundo, el ABC, La Razón, La Vanguardia o El Periódico,
entre otros) lo publicó en portada al día siguiente. He vivido un largo
tiempo en Suecia, Reino Unido y EE.UU., y he trabajado en varios
países, y no me imagino que si tal hecho hubiera ocurrido en cualquiera
de ellos no hubiera sido la noticia del día. En cambio aquí, en España
(incluyendo Catalunya), se ignoró, mostrando, una vez más, la escasa
calidad de la democracia española y de sus mayores medios de
comunicación.
La falsedad de la supuesta recuperación
Según los últimos datos disponibles, el desempleo en España ha
permanecido elevadísimo en los llamados “años de la recuperación”. En
2016 el promedio fue un 18%, uno de los más elevados de la Unión
Europea. En realidad, tal porcentaje sería incluso mayor si no fuera
porque 1,7 millones de españoles (jóvenes en su gran mayoría) han
abandonado el país en busca de trabajo. Hoy España es uno de países que
exporta mayor número de jóvenes al año. Y lo que es incluso más
alarmante es que nada menos que el 43% de las personas desempleadas (que
están en paro) llevan más de un año buscando empleo. Incluso el FMI
(Fondo Monetario Internacional) ha alertado de la situación, que merece
llamarse catastrófica, en la que este grupo se encuentra. En realidad,
cerca del 30% de españoles están riesgo de pobreza (casi un tercio de la
población española, situación que en Catalunya es casi idéntica).
Una de las causas mayores de este crecimiento de la pobreza de la
población es el gran deterioro del mercado laboral, que ha configurado
un gran crecimiento del desempleo y de la precariedad, con una bajada de
la tasa de ocupación sin precedentes en la época democrática. El
porcentaje de la población ocupada cayó un 20% desde 2008 a 2013. Y los
salarios han descendido un 10% durante los años de la crisis 2008-2015.
La mayoría de puestos de trabajo creados son temporales y precarios.
Como consecuencia de ello, las desigualdades han aumentado de una
manera alarmante. España (incluyendo Catalunya) es uno de los países que
tienen mayores desigualdades en la Unión Europea. Las rentas del 20% de
la población con más renta son nada menos que 7,5% superiores a las del
20% de la población con menor renta, un record en la UE.
El enfado popular frente a los establishment político-mediático españoles y catalanes
Las encuestas muestran que este gran deterioro social es la
preocupación mayor que señala la población De hecho, el desempleo lleva
ocupando ya por muchos años el número uno de la lista de inquietudes y
problemas que tiene la población española, incluyendo la catalana.
Otro tema grave en España es la corrupción generalizada, que
alcanza su máxima expresión en el partido gobernante en España, el PP, y
en Catalunya en Convergència Democràtica, renombrada como Partit
Demòcrata de Catalunya (PDeCAT), que ha gobernado treinta de los treinta
y siete años de autonomía, primero en alianza con Unió Democrática
(UDC) y desde 2012 con ERC. Estos partidos (PP y CDC) han estado en el
centro de la corrupción, reflejo del maridaje que ambos partidos tienen
con los poderes fácticos financieros y económicos que ejercen una enorme
influencia en los mayores medios de información, tanto públicos como
privados. Ambos gobiernos han impulsado las mayores leyes neoliberales
(desde las reformas laborales a las fiscales, pasando por las
presupuestarias), incluyendo las que causaron las políticas de recortes
del gasto público social que han causado la Gran Crisis Social.
La ocultación del tema social por parte del tema nacional
Estos partidos, que coinciden en la mayoría de sus políticas
económicas y sociales (debido a su pertenencia a las familias políticas
conservadores y neoliberales), lideran los movimientos nacionalistas de
signo contrario y cuyo conflicto (deliberadamente diseñado) ha ido
centrando el debate político, creando tensiones, con el objetivo
altamente exitoso de ocultar su responsabilidad tanto en la aplicación
de las políticas neoliberales (causantes, repito, de la Gran Crisis
Social) como en la corrupción masiva de sus partidos. Como consecuencia
de ello, este mes, por primera vez, la preocupación por el tema del
conflicto España-Catalunya por parte de la población ha sido mayor que
el de la corrupción (último CIS disponible), mostrando que han sido
exitosos en su intento de dejar en segundo plano mediático la crisis
social y la corrupción. Como indiqué al principio, el llamado Tema
Nacional ha ocultado y ha hecho desaparecer el Tema Social. Ello ha ido
acompañado de un incremento de la distancia y desconfianza entre las
clases populares y los establishments político-mediáticos, lo cual puede
determinar una gran abstención que favorecería a las fuerzas
conservadoras y neoliberales que ejercen una gran influencia en los
medios de información. Vean TVE (en Madrid) y TV3 (en Barcelona) y verán
lo que indico.
Esta desmovilización podría revertirse en España bien a través de la
movilización de las banderas (defendiendo la unidad de España frente a
su ruptura), como están intentando hacer nacionalistas españolistas, o
mediante la denuncia social, reajustando el eje del conflicto para que
se transite de un conflicto nacional a un conflicto social, recuperando
el eje izquierda/derecha, algo de difícil realización pues el PSOE se ha
convertido en pieza clave del bloque del nacionalismo españolista y ERC
lo ha pasado a ser del bloque nacionalista catalanista; el primero
apoyando al PP y al 155, y el segundo apostando por la independencia
unilateral.
La situación en Catalunya
Esta distancia hacia el establishment político-mediático existe
también en Catalunya, aunque en grado algo menor, como consecuencia de
la percepción -promovida por los independentistas- que la crisis social
se debe a la pertenencia de Catalunya a España. De ahí la impresión que
si Catalunya se separara de España, podría elaborar políticas públicas
destinadas a resolver la crisis. Tal argumento, sin embargo, ignora que
dichas políticas fueron aprobadas en las Cortes Españolas por los dos
partidos, el PP y el PDeCAT, que hoy lideran el conflicto de las
banderas. Ambos partidos nacionalistas (el españolista y el catalanista)
pertenecen a la sensibilidad conservadora y neoliberal que ha impuesto
tales políticas.
Que debería hacerse
En realidad, hoy tanto el Estado como la Generalitat de Catalunya
tendrían que haber hecho casi lo opuesto a lo que han estado haciendo.
El problema mayor de España y Catalunya es la enorme desigualdad en la
distribución de las rentas; las rentas del capital han ido creciendo muy
rápidamente a costa de una gran reducción de las rentas del trabajo,
creando un enorme problema de falta de demanda doméstica, causa de la
escasa ocupación, problema acentuado con el descenso del gasto público y
de la inversión. Hoy incluso el FMI admite que los salarios son
demasiado bajos y la austeridad ha sido excesiva. Y a pesar de ello los
economistas del PP, del PSOE, de ERC y del PDeCAT continúan en la
ortodoxia neoliberal.
Hoy se debería producir un aumento de los salarios y un gran
crecimiento de la ocupación, con políticas de creación de empleo en
áreas muy deficitarias tales como la transición energética, la economía
verde y el Estado del Bienestar. Y el Estado tendría que gastar mucho
más, como bien señala Mark Weisbrot. El gobierno español debería
endeudarse más, pues los intereses de los bonos (a 10 años) son solo un
1,6%, inferiores a la inflación. El Estado debería invertir en más
empleo y un buen empleo en las áreas sociales. Pero muestra el grado de
derechización del país, consecuencia del dominio del tema nacional, que
se consideren “radicales”, “antisistema” u otras frivolidades propuestas
típicamente reformistas encaminadas a empoderar a las clases populares
para corregir el enorme desequilibrio que hoy existe entre las fuerzas
político-mediáticas del capital frente a las del trabajo. La enorme
visibilidad del tema nacional ha empoderado a las derechas en España y
debilitado a las izquierdas, que deberían enfatizar el tema social
redefiniendo el tema nacional, indicando que el punto central de cada
nación son los intereses de las clases populares, que son la mayoría de
la población, para las cuales el tema social –su calidad de vida y
bienestar social- es el tema más importante. Se tiene que desarrollar un
patriómetro que pueda medir el grado de patriotismo y compromiso
identitario de una fuerza política midiendo cómo contribuyen sus
intervenciones a la felicidad de las clases populares. Y ahí las fuerzas
conservadoras y neoliberales ya han mostrado sus grandes
insuficiencias. La evidencia de que en España los “súper patriotas” a
ambos lados del Ebro son también los más corruptos y los que han
aplicado las políticas antisociales es abrumadora. Así de claro.
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