Javier Álvarez Villa
Recordar
hoy al Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) puede verse
como un ejercicio de nostalgia sobre el fracaso de un proyecto
idealista de sociedad sin clases en una España dominada por los
señoritos y las sotanas. Pero, seguramente, varios de los problemas
fundamentales que debía resolver la “república democrática”
según Andreu Nin, a saber, el de la Iglesia, el de la tierra, el del
ejército, el de la magistratura y el de Cataluña (ver La
revolución española, 1930 – 1937, Diario Público, 2011)
siguen todavía abiertos y enquistados.
Pero
si traemos a colación al POUM es para contextualizar a uno de sus
más significados dirigentes, Juan Andrade, en cuanto autor del
libro La burocracia reformista en el movimiento
obrero, ampliamente glosado por Alejandro Nieto en su
monumental obra El pensamiento burocrático (Editorial
Comares, 2011). Dentro del pensamiento burocrático marxista, se
trata de “un alegato brillante contra la burocracia y el
burocratismo, cuyo mayor mérito consiste, sin embargo, en poner al
descubierto el papel histórico que la Burocracia ha jugado
siempre dentro del movimiento obrero, a saber: el encarnar el
reformismo ideológico y político, que desvía los auténticos
intereses de la clase obrera”
Andrade
lleva a cabo un análisis demoledor de la burocracia política y
sindical en su libro publicado en el año 1935, pero también y
en paralelo, de la burocracia administrativa del aparato del Estado,
con una resonancia que llega hasta la actualidad y que sigue siendo
pertinente para comprender el fenómeno burocrático contemporáneo.
De
la burocracia sindical, Andrade afirma que “constituye una
casta independiente dentro del movimiento obrero, que la eleva y la
mantiene”. Aunque los sindicalistas han salido de la clase obrera,
su trabajo cotidiano los convierte en funcionarios sindicales con
mentalidad pequeño burguesa. Dentro de esa burocracia sindical,
distingue varios tipos burocráticos: la de los arribistas, que ven
en la organización sindical o política la oportunidad para hacer
carrera, los de mentalidad y aspiraciones limitadas a mantener
el sueldo y demás prebendas otorgadas por su sindicato, y la del
gran burócrata, que es “el encargado, por mediación de la
actividad política, de servir francamente los intereses burgueses en
el seno del movimiento obrero”
Juan
Andrade realiza una disección minuciosa de la psicología del
burócrata sindical, afirmando que “cuánto más se identifica el
burócrata con la función estrictamente administrativa, más se
momifica y achabacana...Va colocándose por encima de los que fueron
sus compañeros de clase, busca amistades en otro medios, abandona
sus hábitos y costumbres y se convierte en perfecto pequeño
burgués”
En
cuanto a la táctica de los burócratas sindicales, tratan siempre de
hacerse insustituibles en los cargos, confunden sus intereses
personales con el de las organizaciones, tienen un concepto gregario
de las masas obreras, rehuyen la asistencia a las asambleas de
trabajadores, cultivan el sentimiento idolátrico de estos,
haciéndoles creer que los avances laborales dependen de sus
gestiones personales.
Todo
ello, lleva a Andrade a concluir que el elemento esencial de la
Burocracia obrera es su tendencia reformista: no sirve a los
intereses revolucionarios del proletariado, sino a la colaboración
con la burguesía que defiende la socialdemocracia: “ El principal
sostén social en la burocracia sindical es la aristocracia obrera.
El burócrata interpreta los intereses y egoísmos de los obreros que
por el mismo proceso de desarrollo capitalista se encuentran en
situación privilegiada en relación al conjunto de sus hermanos de
clase”
Como
advierte de forma clarividente Alejandro Nieto, Juan Andrade y el
POUM odian la organización burocrática de los partidos socialista y
comunista y de sus centrales sindicales (la UGT). Nieto recuerda que
unos pocos años después el POUM fue liquidado sangrientamente en
las calles de Barcelona “- y luego en las cárceles – bajo un
gobierno presidido por un socialista y con la participación directa
y eficaz de los comunistas; en un ambiente oficial enemigo o
inhibido, el POUM sólo encontró apoyo, aunque insuficiente, en el
anarquismo...”
En
cuanto a la Burocracia estatal – administrativa -, Andrade señala
que su característica más destacada es su conservadurismo, que es,
en palabras de Nieto, tanto un fenómeno social como personal. Los
burócratas proceden generalmente de la pequeña burguesía y de la
clase media y encuentran refugio en la Administración Pública, que
les ofrece cobijo frente a las crisis permanentes del sistema
capitalista. El Estado les ofrece el privilegio de la inamobilidad
del puesto, frente a la inestabilidad laboral de la clase
proletaria, fortaleciendo con ello su posición de freno frente a los
avances y las medidas más progresivas y a cualquier innovación que
pudiera perjudicarles.
No
obstante, Andrade advierte, con gran perspicacia a mi juicio, que la
Burocracia no es una unidad homogénea, pues dentro de ella hay
sectores que se proletarizan y que, por tanto, no constituyen
instrumentos de opresión del Estado capitalista frente a la clase
trabajadora.
Muy
interesante también resulta su reflexión sobre los altos
funcionarios como estructura de poder con intereses propios, que
obstruye, e incluso sabotea, cualquier política progresista que
quiera desarrollar un gobierno radical. Así, en la experiencia del
Gobierno republicano socialista español, “la alta burocracia ha
sido de los mayores obstáculo que se opusieron en su camino”
La
solución, para Juan Andrade, pasa por un cambio radical que
suprima la “Burocracia de los derechos adquiridos”
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