Cierra el centro comercial del Palacio de Congresos de Oviedo, obra maldita (y ahora fantasmagórica) de Santiago Calatrava. O cuando todo lo que puede salir mal... sale peor
Un Primark dentro de un Calatrava. Vacío. Suena a parodia de Dubái. Suena también a novela distópica de Ballard... pero está en Asturias y es real.
Un centro comercial fantasma dentro de un edificio tan vanguardista que
la gente tiende a extraviarse dentro. El Palacio de Congresos de
Oviedo, de Santiago de Calatrava,
popularmente conocido como El Centollu, ya era una de las obras
españolas más malditas del siglo XXI, con una inenarrable sucesión de
desatinos desde la primera piedra, pero el próximo 31 de marzo aumentará
su leyenda negra: ese día cerrarán las últimas tiendas abiertas de su
centro comercial, dejando vacíos 40.000 metros cuadrados de un edificio que alberga también un centro de convenciones, un hotel y la consejería autonómica de sanidad.
El
Calatrava de Oviedo es un proyecto tóxico que ha contaminado a todas
las partes: a los promotores, al arquitecto, a la administración
pública, a las empresas privadas, al ciudadano y al 'skyline' de la
ciudad. Casi nadie lo defiende ya. Un fiasco con diversos grados de achicharramiento.
O cuando todo lo que puede salir mal… sale peor. Bienvenidos a la
rocambolesca historia del edificio más gafe de España. Dinero, derrumbes
y navajazos.

“No pasar. Zona cerrada al público. Acceso restringido. Personal autorizado”. No es el cartel de una central nuclear, sino una de las zonas clausuradas del centro comercial de El Centollo.
Pocas sensaciones más extrañas que caminar por un sinfín de corredores
vacíos y tiendas cerradas. La propiedad (la inmobiliaria Estabona, cuya
empresa matriz ha declarado pérdidas de 120 millones de euros) anunció que marzo será el último mes. No ha sido nunca un buen negocio. Cuando Zara abandonó El Centollo, Inditex insinuó que era su tienda menos lucrativa de España por metro cuadrado. De 126 tiendas abiertas en 2008 pasaremos a 0 el próximo 1 de abril. Aún no se ha anunciado el plan B.
¿Qué puede salir mal?
Finales del siglo XX: dos de las familias más ricas de Asturias -los Cosmen (ALSA) y los Lago (construcción)- unen fuerzas en la promotora Jovellanos XXI. Su
objeto es hacer negocio con dos codiciadas parcelas públicas de la
ciudad. ¿El señuelo ante el que ninguna administración se iba a
resistir? El arquitecto Santiago Calatrava, que venía
de recibir el Príncipe de Asturias de las Artes (1999). La idea es que
el arquitecto construya dos palacios en las parcelas: uno de congresos y
otro de las artes. El Ayuntamiento de Oviedo -liderado por Gabino de Lorenzo (PP)-
diseñó un concurso a la medida y liberó el suelo. "No hubo mayor
pelotazo inmobiliario durante el gabinismo: eran las dos parcelas más
codiciadas de Oviedo", cuenta David Remartínez, coautor de una biografía no autorizada del ex alcalde de Oviedo.
“Gabino
de Lorenzo había inaugurado un palacio de congresos y auditorio en
1999, el Príncipe Felipe. Pues bien: pocos meses después, anunció otro,
el de Calatrava, fue así de loco”, recuerda Remartínez.
Cosmen,
Lago, De Lorenzo, un 'dream team' astur en la época de las vacas
gordas. Y con el fichaje de Calatrava. ¿Qué podía salir mal? Pues
prácticamente todo: una década después, Jovellanos XXI entraría en concurso de acreedores. Los propietarios acabarían a navajazos con Calatrava y con el Ayuntamiento para hacerse con los restos del naufragio…
Las trillizas de oro
La obra de la primera parcela (llamada El Vasco) se caracterizó por los cambios de rumbo de la propiedad. En efecto, el concepto “palacio de las artes”
era lo suficientemente ambiguo como para que cupiera cualquier
cosa/nadie supiera muy bien cómo darle contenido. Mientras se decidía
qué tipo de complejo cultural se quería hacer, comenzaron las obras del
aparcamiento. Pronto hubo lío vecinal: un inquietante movimiento de
tierras y unas no menos alarmantes grietas en los edificios de
alrededor. Pero era solo el principio...
Tras darle muchas vueltas, se decidió qué construir encima del aparcamiento... y no era exactamente lo previsto: tres rascacielos iguales de Calatrava de 133 metros
(el palacio de las artes ya tal). Los rascacielos -popularmente
conocidos como 'Las trillizas'- fueron presentados a bombo y platillo… y
recibidos regular. Nadie pensó que edificar tres rascacielos a 280
metros de la Catedral de Oviedo (siglo XIII) quizá no era la idea más
sensata, y estalló un escándalo cultural, con un organismo vinculado a
la Unesco amenazando con incluir la catedral gótica en la lista de patrimonio mundial en peligro.

Por si todo esto no fuera suficiente, el estudio del arquitecto reparó entonces en un pequeño detalle sin importancia: para poder edificar los rascacielos había que cargarse el (ya construido) aparcamiento. Dada la deriva Pepe Gotera y Otilio en la que estaba entrando aquello, al final no hubo rascacielos: se desvinculó el solar de Calatrava y se construyeron pisos normales y corrientes.
Si todo esto le parece a usted un poco disparatado, quizá es porque no conoce qué pasó durante las obras de la segunda parcela: El Centollo en llamas.
El accidente
Madrugada del 9 de agosto de 2006: pudo ser uno de los días más negros de la historia de Oviedo.
Una fila de camiones se preparaba para hormigonar la losa que debía
sostener el graderío -una pieza de forjado y hormigón de 500 metros
cuadrados - cuando se derrumbó desde una altura de quince metros. Tres
obreros resultaron heridos. Y gracias.
“La levedad de tales heridas permitió a Calatrava, meses después, minimizar lo sucedido, afirmando que no había sido un accidente, sino un incidente.
Pero las imágenes tomadas al día siguiente en el lugar del accidente
inducen a pensar que el balance de víctimas fue extremadamente
afortunado”, escribió Llátzer Moix en el ensayo ‘Queríamos un Calatrava’. La obra se retrasó seis meses por el accidente. No fue el único imprevisto que salió caro.
La
cubierta móvil, de 2.300 toneladas, también vivió su drama particular.
Sobre el papel era una pestaña con 32 lamas que debían plegarse y
desplegarse, pero los ingenieros pusieron pegas: no podían garantizar la
seguridad si aquello se movía. La visera móvil quedó finalmente estática por fallos en la ejecución,
generando gran tensión entre el arquitecto y la propiedad. El intento
fallido de tener una cubierta móvil salió por 7 millones de euros, según
la propiedad, gastados para nada. Algunos ovetenses, no obstante, no lo
consideran dinero tirado a la basura: como las extremidades de El
Centollo 'amenazan' a los edificios del entorno, quizá es mejor que el
crustáceo no se mueva, piensan algunos con retranca asturiana, o
estaríamos ante una experiencia estética terrorífica...
Guerra judicial
El
estrepitoso accidente llegó a los tribunales de la mano de una
aseguradora. En mayo de 2011, el juzgado de instrucción número 2 de
Oviedo falló en contra del arquitecto (y de la empresa constructora) por
no supervisar correctamente la obra: fueron multados con 3,5 millones de euros.
El
nivel de las cuchilladas subió en el segundo choque judicial
(2012/2013), que visibilizó el mal rollo entre el arquitecto y las dos
lucrativas sagas millonarias asturianas. De la fascinación con
Calatrava, a la guerra sin cuartel; donde antes veían a un genial arquitecto, ahora veían a un chapuzas manirroto; un cambio de humor drástico de la propiedad a medida que el negocio amenazaba ruina.
Calatrava denunció primero a la promotora: decía que le debían 7,28 millones de euros (había cobrado 23 millones de los 30 prometidos/firmados).
Jovellanos XXI subió la apuesta con una contrademanda: era el
arquitecto el que les debía dinero a ellos, en concreto, 25,8 millones
de euros, por la, según ellos, negligente ejecución del edificio: del
derrumbe, a la cubierta (in)móvil, pasando por una dirección laxa de
obra.
Echarle la culpa de todo a Calatrava es algo a lo que nos
hemos acostumbrado ahora en España tras elevarle a los altares y dejarle
caer; pero las fallos del arquitecto solo explican una parte de esta
historia. En ese sentido, la sentencia tuvo algo de modélico resumen de
aquel proyecto: una sucesión de estropicios colectivos. Todos culpables,
sentenció el juez, aunque el arquitecto se llevara la peor parte. La
propiedad fue condenada a pagarle los 7,28 millones que le debía, pero
Calatrava pagó caro el desaguisado de las obras: 10,5 millones de euros.
Resultado final: 3,2 millones de euros de saldo desfavorable para el artista, que salió escaldado de la guerra judicial que él mismo había atizado.

La obra, presupuestada por Calatrava en 76 millones de euros, salió por 360 millones
(según la propiedad, que troceó el edificio desde el principio para
hacer caja: el centro comercial se vendió por 130 millones de euros).
El último capítulo de esta guerra judicial a tres bandas se produjo en febrero de 2018: el Tribunal Supremo condenó al Ayuntamiento de Oviedo a pagar 18 millones de euros a Jovellanos XXI. La sentencia generó un agujero presupuestario importante al consistorio.
"El
Partido Popular consideró que Oviedo iba a tener un rearme económico a
través de los palacios de Calatrava y la realidad ha sido muy tozuda. Aquel proyecto ha sido un fiasco... para este Ayuntamiento
que reclamó 90 millones de euros y no solo no hemos cobrado, sino que
hubo que pagar 18 millones. Oviedo ha perdido 108 millones en aquel
proyecto del PP", dijo a ‘El Comercio’ el alcalde Oviedo, Wenceslao López Martínez (PSOE), tras conocerse el cierre del centro comercial.
Arquitectura milagrosa
No es que el escritor y periodista Llàzter Moix (Sabadell,
1955) sepa cosas sobre la obra de Calatrava, es que nadie ha dado
tantas vueltas como él al efecto Calatrava sobre la sociedad española,
plasmado en su imprescindible 'Queríamos un Calatrava'
(Anagrama, 2016). Moix, periodista de 'La Vanguardia' y autor de otro
libro revelador sobre los arquitectos estrella en la España precrisis -'Arquitectura milagrosa'-, analiza en esta entrevista los problemas de fondo del Calatrava asturiano.
PREGUNTA. Dice usted que El Centollo no es una de las obras más afortunadas de Calatrava...
No solo es una de las obras más desafortunadas de Calatrava: yo la situaría directamente entre las peores
RESPUESTA.
No solo es una de las obras más desafortunadas de Calatrava: yo la
situaría directamente entre las peores. No hace falta ser un experto
para detectar su fallo más evidente: un error de escala brutal. Pese a
que la parcela no era pequeña [ahí estuvo el Carlos Tartiere, antiguo
campo de fútbol del Oviedo], el modo en que se inserta el edificio en el
tejido urbano desborda por todos los lados. Tiene una presencia
agresiva e invasiva. Sus brazos parecen rascar las plantas altas de los
edificios de alrededor. En términos de implantación en el solar, es un
edificio prepotente y desconsiderado con su entorno. Hoy día se valora
la cualidad arquitectónica opuesta: que lo nuevo tenga en cuenta lo
antiguo e intente acomodarse sin dar el cante.
P. ¿Y en términos formales?
No
hace falta ser una experto para detectar su fallo más evidente: un
error de escala brutal. Desborda por todos los lados. Tiene una
presencia agresiva e invasiva
R. Pertenece a una línea de
obras de Calatrava que no tuvo mucho éxito, ni siquiera dentro de su
propio catálogo. Como todos los arquitectos muy formalistas, su obra
puede clasificarse por criterios morfológicos, la de Oviedo pertenece a
la misma línea que el abortado Palacio de Congresos de Castellón:
piezas que pretendían ser aéreas, elevada sobre patas triangulares la
de Oviedo, con la excusa de liberar espacio público por debajo, aunque
la zona transitable resultante no quedara muy atractiva precisamente: la
masa metálica que queda por encima es tan imponente y sobrecogedora que
le quita a uno las ganas de pasear por debajo.
Calatrava ha tenido líneas de trabajo más resultonas y con un producto final que no duele tanto a la vista. Tú miras la columna de la Plaza de Castilla de Madrid y
difícilmente te molesta; el dorado que la reviste te puede parecer
suntuario, pero bueno, es una línea relativamente sencilla. Las formas
simples llevadas a gran escala no suelen molestar -ahí están las
Pirámides- pero lo de Oviedo es otra cosa. Es lo contrario a un regalo a
los ojos lo mires desde donde lo mires: tanto desde abajo como si subes
a las ondulaciones que rodean Oviedo: también es un disturbio formal
desde la distancia.
P. La relación entre arquitecto y
propietario pasó del amor al odio. Calatrava se quejaba de que el
cliente dobló de golpe el número de metros cuadrados que quería
construir: 175.000 metros en una parcela de 24.000; pero él -artista
tendente al exceso- tampoco echó el freno. ¿Se juntaron el hambre con
las ganas de comer?

R.
Todo tiene su lógica. Es un clásico en las producciones de Calatrava
-sobre todo en las españolas- la complicidad inicial entre el arquitecto
exuberante y un poder político confiado en que la asociación con
alguien de este perfil les dará un buen resultado. En Oviedo se dio una
relación trilateral en origen: los Cosmen y los Lago, el antiguo alcalde
de Oviedo [Gabino de Lorenzo] y Calatrava. Ya no eran dos patas, sino
tres; lo que a medio y largo plazo, complicó el volumen de problemas que
generó la obra.
Por supuesto, hubo los típicos problemas de
Calatrava en España: retrasos en los proyectos ejecutivos, programas
cambiantes del cliente que generan modificaciones y sobrecostes, etc.
Pero también surgieron factores que no siempre se dan, algunos
coyunturales, como la crisis económica, que paró la obra durante unos
meses, algo siempre lesivo a los intereses de los implicados y a los
costes del proyecto.
Pero es que hubo más: el derrumbe de la
plataforma del auditorio reunió todas las condiciones para un accidente
mucho más grave: no hubo muertos porque dios no quiso. O las peleas
judiciales entre la propiedad y el arquitecto y entre la propiedad y el
ayuntamiento. Todos contra todos. A la greña en los tribunales. Una
acumulación sensacional de problemas, en definitiva. Si hubiera acabado
bien, se habría olvidado todo, pero no fue el caso: es una de las obras
menos agraciadas de Calatrava. En términos tanto funcionales como de
explotación, ha estado muy lejos del resultado previsto.

P. A la ciudad le ha generado dos problemas graves: una gran deuda y la incertidumbre sobre un edificio que distorsiona su skyline...
R.
Déjeme añadir un tercer elemento: cuando se cerró la operación, se
enajenaron una serie de espacios públicos en beneficio privado…
P.
Correcto. Decía que es un espacio difícil de reciclar. Por un lado, ha
generado su propio folclore espacial: algunos visitantes dicen perderse
ahí dentro, y no parece el lugar ideal para unas oficinas de la
administración pública. Por el otro, en Oviedo ya había un
Auditorio/Palacio de Congresos: es dudoso que haya demanda para dos. La
pregunta del millón es: ¿Qué hacemos con este edificio?
R. ¿No me lo estarás preguntando a mí?
P. Es casi una pregunta retórica… No es un espacio muy operativo…
R.
Claro. Este tipo de edificios de Calatrava, en los que predominan los
elementos formales, eran vistos antes como talismanes infalibles. Antes.

Mi reino no es de este mundo
Las
guerras de El Centollo fueron agrias, sí, pero nadie podrá acusar a
Calatrava de perder el sentido del espectáculo por el camino. Durante el
segundo juicio: “Compareció con traje azul y camisa y corbata celestes. Saludo sonriente a un adusto Jacobo Cosmen, e hizo lo propio con los fotógrafos, como si su presencia en el juzgado de primera instancia número de 10 de Oviedo fuera una cita mundana, un 'photocall' de celebridades organizado por una ONG de moda,
y no una ocasión en la que iba a escuchar reproches suficientes para
sonrojar a cualquier profesional de reputación intachable”, narra
Llàtzer Moix en ‘Queremos un Calatrava’.
Calatrava dijo ese día al juez: “He recibido veinte veces el honoris causa, tengo muchos premios y
he construido cincuenta puentes en todo el mundo sin ninguna queja”. En
una palabra: ¡Weah! Calatrava, en definitiva, no es de este mundo. Vive
en otra galaxia.
En ese sentido (galáctico), quizá sí tenga
sentido El Centollu, solo que es demasiado pronto para entender su
significado profundo. Quizá su misión sea volver locos a los
antropólogos del siglo XXIII, que a falta de documentos para entender su
origen, se preguntarán: ¿Qué hace este objeto extraño,
que no tiene nada que ver con el resto, posado en medio de la ciudad?
¿Serán los restos de una civilización extraterrestre que abandonó
precipitadamente la Tierra tras la crisis económica? Del Planeta de los
simios' al Planeta de los arquitectos estrella.
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