David Jiménez dirigió El Mundo durante 366 portadas y una más que
no salió porque la plantilla secundó masivamente la huelga contra los
despidos en el periódico. En ese tiempo conoció de cerca la existencia
de acuerdos inconfesables entre la prensa y las empresas del Ibex 35 que
ahora desvela en un libro, El director.
En su primer encuentro con un David Jiménez recién nombrado director de El Mundo,
el entonces ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz, le hizo una
pregunta y le lanzó un aviso. Aquella fue “¿podemos contar con
vosotros?”, mientras este alertaba de que España se enfrentaba a
enemigos peligrosos. El político cerró el diálogo con una sentencia: “No
son tiempos para la neutralidad”. Era 2015 y faltaban pocos meses para
las elecciones generales del 20 de diciembre. El Partido Popular quería
amarrar la victoria y revalidar a su candidato, Mariano Rajoy, como
inquilino de La Moncloa, pero los continuos escándalos por casos de
corrupción y los sondeos favorables a Podemos eran obstáculos serios.
Había que combatir la indecisión del electorado mandando un mensaje
claro. “La Razón y ABC no nos preocupan. Ya sabemos que
están con nosotros y dirán que todo lo hacemos estupendamente. Pero
vosotros podéis decidir las elecciones, ahí están los indecisos, en El Mundo”,
aseguró el ministro al director del diario. La alusión a la no
neutralidad de estos tiempos es algo que Jiménez volvió a escuchar en
boca de otros ministros en varias ocasiones.
El párrafo anterior es uno de los pasajes más reveladores que se pueden leer en El director,
el libro en el que Jiménez airea cuestiones escabrosas relativas al
triángulo de amor bizarro entre prensa, poder y capital que marcaron su
año al frente de El Mundo. La publicación no podría haber
encontrado mejor momento, ya que la declaración de Pablo Iglesias en la
Audiencia Nacional el 29 de marzo como perjudicado en el caso Tándem, la
causa contra el comisario José Manuel Villarejo, por el robo del
teléfono móvil de una persona de su equipo ha insuflado nuevos bríos al
conocimiento de la existencia de una trama que, desde el ministerio
encabezado por Fernández Díaz, proveía de información falsa sobre los
partidos de la oposición, particularmente Podemos, que era filtrada por
policías a medios que no hacían ascos a su publicación y le concedían
trato preferencial en sus portadas. Jiménez reconoce que escuchó por
primera vez el nombre de Villarejo al poco de asumir la dirección del
periódico y que dos de los reporteros le contaron que, desde hacía al
menos dos décadas, era “una de las principales fuentes de El Mundo y facilitador de la mayor parte de nuestras exclusivas”.
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