El Principado de Asturias cedió a una fundación creada expresamente por la familia Alonso el control de una instalación deportiva millonaria que fue diseñada por el piloto
Es media mañana de un jueves de finales de mayo y la visita coincide con el día internacional del museo, pero los únicos coches del aparcamiento son los de los empleados. El cemento termina donde empieza el césped del campo de golf, en la carpa para los ejercicios de seguridad vial y en un edificio con la imagen de Fernando Alonso. En la parte de atrás, se despliega el circuito de karts, donde se suceden las curvas preferidas
del dos veces campeón del mundo: la ‘S’ de Suzuka, la chicane de Parma,
la última curva de Valencia, la que eliminaron en el Jarama por ser
demasiado arriesgada…
El complejo ocupa 80.000 metros
cuadrados en La Morgal, uno de los polígonos más cotizados de Asturias.
Terreno público para hacer realidad el sueño de la familia Alonso: una
instalación deportiva a 10 kilómetros de Oviedo costeada por el
Principado. Más de 10 millones de euros, desembolsados durante los siete
años que han durado los trabajos. Según el expediente, al que tuvo
acceso El Confidencial, las obras tuvieron que corregirse al menos dos
veces —con un gasto extraordinario de más de un millón y medio de euros
en total—, entre otros motivos porque el proyecto original no cumplía la normativa de seguridad exigida por la Comisión Internacional de Karting (CIKFIA), organismo que finalmente homologó la pista.
La inauguración se celebró en junio de 2015, durante una fiesta en la que el propio Fernando Alonso rodó por “el mejor circuito de karts del mundo”, "un sueño", como él mismo describió el complejo. A excepción de un par de artículos de un pequeño diario local,
'Asturias Diario', no hubo espacio para la crítica. Hoy, dos años
después, el lugar se ha convertido en epicentro de una polémica
soterrada que divide al automovilismo español. Un debate que empezó a
finales de abril, en vísperas de la primera gran prueba que alojaba el
circuito: el campeonato de España. Durante los entrenamientos, un niño
de 10 años, Gonzalo Basurto, murió aplastado por su propio vehículo tras un accidente. Y el fin de semana siguiente, volcó otro kart.
La Fundación Museo y Circuito Fernando Alonso se ha convertido en epicentro de una polémica que divide al automovilismo español
Las
familias de decenas de pilotos describen la pista como una sucesión de
curvas y embudos arriesgados, como “un regalo a Alonso que además es
peligroso para los niños”. Aseguran que llevaban meses criticando su trazado
y que se declararon en rebeldía el día en que la Federación dio
carpetazo al asunto con una “investigación exprés” que ni siquiera han
visto los padres del difunto. Más en general, se quejan de que el
Principado de Asturias, rendido a la popularidad de Alonso, ha permitido
que su familia construya un panteón a medida sin auditar mínimamente el
proyecto.
La fundación
El
complejo entero, incluido el campo de golf, se gestiona enteramente
desde una fundación renombrada hace pocos años (Fundación y Circuito
Fernando Alonso). La cesión se hizo con una fórmula jurídica (concesión demanial) que varios abogados consultados describen como “poco habitual”
y que solo es válida “cuando se dan circunstancias excepcionales,
debidamente justificadas”, algo que la ley circunscribe básicamente a
supuestos “de utilidad pública”.
El patronato de la fundación está presidido por el padre del dos veces campeón del mundo (José Luis Alonso Fernández). Le acompañan como vocales su tía (María del Pilar Alonso Fernández) y su mánager y hombre de confianza (Luis García-Abad Martínez). El secretario es su abogado, Roberto Álvarez Martínez,
aunque no figura dentro del patronato. Aparecen también dos altos
cargos políticos del Principado de Asturias (el director general de
Deportes y el consejero de Educación y Cultura). Ninguno de ellos, sin
embargo, tiene remuneración asignada, ni siquiera en concepto de dietas.
El patronato está formado por el padre de Alonso, su tía, su mánager, dos políticos regionales y su abogado como secretario
Una organización especializada en denunciar abusos en obras y contrataciones, el Consejo para Otra Función Pública en Asturias
(COFPA), describe el proceso entero como “un caso de libro de
privatización a dedo”. Argumentan que se ha dejado “la gestión de un
equipamiento deportivo público en interés exclusivo de una entidad
privada”. Su valoración técnica es que "el equipamiento público de La
Morgal es una instalación deportiva financiada íntegramente con dinero público
que debe destinarse obligatoriamente a un servicio público y no a la
actividad privada de una fundación. De esta forma, el Principado eludió
la aplicación de la Ley de Contratos del Sector Público otorgando la
concesión a dedo, sin libre concurrencia”.
El Principado
ha rehuido las preguntas de El Confidencial al respecto, insistiendo en
que es la fundación de Alonso la encargada de dar explicaciones. Entre
otras cosas, no quisieron aclaran qué ocurrió con una subvención europea
cuya tramitación aparece en el expediente. La concesión de fondos FEDER habría ahorrado el 70% del total pero, según fuentes de la UE, nunca se llegó a solicitar el dinero para dicho proyecto.
Función social
Según
García Abad, la fundación da empleo directo a unas 20 personas y no
necesita más subvenciones públicas para mantenerse. Sí dispone de
patrocinadores, como Liberbank (donde se integró Cajastur), que ha
donado alrededor de medio millón de euros al año. Su función social,
subraya, está plenamente justificada por un curso gratuito de educación
vial, enfocado a los estudiantes de Primaria, y por el que, dice, pasan
7.421 niños al año. “Lo financia la fundación y han participado también niños con autismo o con problemas auditivos, asistidos por monitores especializados tanto en lenguaje de signos como en integración”, argumenta.
Los niños circulan concentrados bajo una carpa situada al final del 'parking', rodando a velocidades muy reducidas y vigilados por varios tutores, como en cualquier otro taller de seguridad vial.
“Los padres están muy contentos y nos dicen que tiene un efecto
inmediato, porque los chavales aprenden las señales y luego les dicen a
ellos que estén más atentos”, dicen. Cuando acaban la experiencia, se
les ofrece una visita guiada y gratuita por el museo y el circuito.
Hasta
hace un par de años, los monoplazas de Fernando Alonso cogían polvo en
una nave industrial a las afueras de Oviedo. Cuando no miraba nadie, los
guardias de seguridad se deslizaban con sigilo y se iban turnando al
volante, entregados a festines fotográficos que muestran en las
pantallas de sus teléfonos. Ahora, los coches se exponen ordenados por fechas,
relucientes, en un edificio cuidado hasta el último detalle. Algunos
están asegurados por cantidades superiores a los 14 millones de euros,
pólizas de las que también se encarga la fundación.
Según
sus propios datos, el museo recibe unos 60.000 visitantes al año, cifra
en la que se incluyen los niños que acuden a recibir educación vial. El
número (una media de más de 150 al día) contrasta con
la imagen vacía del lugar y con el testimonio de los vecinos de Oviedo.
Con opciones muy limitadas de transporte público, el taxista que nos
lleva hasta allí tiene que revisar el teléfono y hacer varias llamadas.
“Llevo muchos años en este trabajo y nunca antes me habían pedido ir
allí”, se disculpa.
El circuito, por su lado, lo utilizan unos 100 socios, siempre según los números de la fundación. También se organizan cursillos de aprendizaje para niños con precios variables en función del nivel. Por cinco días de un curso de verano, por ejemplo, la cifra supera los 2.000 euros.
Las
cuentas del complejo están saneadas, con un excedente de más de medio
millón de euros. Un dinero que, de acuerdo a los estatutos, están
obligados a reinvertir íntegramente en la propia fundación. Una parte de
los 1,2 millones de ingresos de 2015 —no desglosada en las cuentas—
procede del campo de golf. Pero la fundación asegura que fue el
Principado quien ofreció su cesión, ya que era deficitaria
y el gestor anterior estaba incurriendo en pérdidas de forma
recurrente. “Por eso nos propuso gestionar el citado campo desde la
misma entidad sin ánimo de lucro que gestiona el circuito y el museo”.
El regalo, sugieren, se lo han hecho ellos a Asturias. Y no al revés.
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