El interinomocho
Severino Espina
En el tocomocho, varios pillos estafan a un incauto haciéndole creer que va a hacer el negocio de su vida a costa de un tercero.
No sólo es necesario la figura del primo, la del "gancho" y, por
supuesto, la de la víctima. También es imprescindible la presencia de
cómplices que, orquestados por el corifeo de turno, jaleen a aquélla
para concluir el ardid con la excusa de prisas inaplazables y plazos
perentorios.
Lo sucedido
ayer en el Congreso en la votación de la ratificación del RD-Ley Iceta
y, sobre todo, las negociaciones llevadas a cabo por los grupos
parlamentarios que dieron luz verde al texto legal, se asemejan a lo
descrito.
Fundamentalmente,
en la solución que se está vendiendo: los interinos de las
Administraciones Públicas que lleven más de 10 años en una plaza no
tendrán que opositar.
No
sólo por la posible inconstitucionalidad de la medida; no sólo por la
discriminación que produce entre el propio colectivo y entre éste y los
aspirantes a ocupar una plaza en la Administración a través de los
procedimientos ordinarios de oposición y concurso-oposición, sino
también por el tenor literal del acuerdo alcanzado: éste
condiciona la adquisición de la plaza ocupada durante 10 años o más a que dicha plaza no haya sido nunca objeto de convocatoria pública.
Este
último requisito, la falta de convocatoria pública de la plaza
respectiva, de mano no sólo eliminará de un plumazo las expectativas
vendidas a cientos de miles de empleados públicos temporales sino que,
de ser aplicado, generará una litigiosidad permanente en el sector
público.
La
determinación e indagación de qué plazas concretas fueron, o no, objeto
de una convocatoria de selección para determinar los beneficiaros de
la piñata política va a ser un proceso objeto de sospechas, arduo y
difícil. Por no decir imposible.
Todo muy español.
Como el tocomocho
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