Javier Álvarez Villa, Severino Espina Fernández. Oviedo 05.06.2019 |
A pesar de su defunción judicial y legal, el viejo sistema clientelar de nombramientos a dedo en la Administración del Principado de Asturias no termina de morir, mientras que el nuevo modelo meritocrático de los concursos se resiste a aparecer. Continuando con la paráfrasis del conocido texto de Gramsci, en ese claroscuro los monstruos burocráticos dominan la gestión del personal.
Acorralado por la suspensión cautelar de los nombramientos por libre designación ordenada por el Tribunal Superior de Justicia en el mes de febrero del año 2013, el Gobierno de Javier Fernández no tuvo más remedio que elevar a la Junta General un proyecto de ley que fue aprobado en el mes de junio del año 2014, en el que se instaura el concurso de méritos como sistema ordinario de provisión de los puestos de trabajo. Desde esa fecha, han pasado cinco años sin que el Gobierno que ahora abandona los despachos de la calle Suárez de la Riva hubiera convocado concurso alguno, nombrando a los funcionarios durante este largo periodo mediante el procedimiento excepcional de la comisión de servicios, previsto para situaciones de extraordinaria y urgente necesidad. Dicho de otro modo, incurriendo en un fraude de ley continuado y en masa sin cortarse un pelo.
¿Qué han hecho durante todo este tiempo las organizaciones sindicales representadas en la Junta del Personal Funcionario? Según dicen todos ellos, trabajar afanosamente, codo con codo, con la Dirección General de la Función Pública para que el parto del concurso fuera posible tras ese inacabable periodo de gestación. Pero, si levantamos el velo que envuelve este cuento chino, lo que realmente sucedió es que todos estos sindicatos quedaron atrapados en la espesa tela de araña burocrática urdida por los ideólogos del Gobierno del Sr. Fernández para dilatar la convocatoria y mantener el statu quo de la provisionalidad y los nombramientos de confianza. Más que colaboradores, los representantes de los funcionarios públicos se convirtieron en cooperadores necesarios de una estrategia bien planificada.
¿Cómo es posible que la Administración del Estado convoque concursos anualmente, en base exclusivamente a su reglamento de provisión de puestos de trabajo, sin necesidad de desarrollos normativos adicionales y sin generar ninguna litigiosidad grave conocida, mientras que en el Principado de Asturias se necesiten decretos de sectorizaciones y subsectorizaciones de puestos, directrices interpretativas y toda de una serie de inventos muy parecidos a aquellos que aplicaba el profesor Bacterio a los miembros de la empresa con resultados funestos?
La hipertrofia de puestos de libre designación -coordinadores, asesores, etc. - que cogió vuelo en la época del arecismo y que el Gobierno de Javier Fernández administró y mantuvo como una herencia muy preciada, tiene que ser blanqueada ahora de una u otra manera y, seguramente, ello pasa por configurar puestos de trabajo a imagen y semejanza de sus ocupantes actuales, de tal manera que el futuro concurso de méritos resulte un paripé formal que habrá que cubrir para salvar las apariencias.
En la consolidación de todo este entramado ya conocíamos el papel colaboracionista, por acción u omisión, que jugaron los sindicatos tradicionales. Llama la atención ahora que un sindicato como Usipa, que durante mucho tiempo fue beligerante con la Administración del Principado, denunciando judicialmente sus irregularidades sistemáticas, se haya convertido en los últimos tres años en una mera correa de transmisión de los mensajes de la Dirección General de Función Pública. Que ese cambio de actitud coincidiera con la publicación de que había sido pillado en un renuncio en la gestión de una subvención de bastantes miles de euros para impartir cursos de formación y que había negociado con la Administración para devolverla a plazos será una casualidad, pero da que pensar.
Muy llamativo resulta también el comportamiento de la Corriente Sindical de Izquierda (CSI), un sindicato que ganó ampliamente las elecciones a la Junta de Personal Funcionario del Principado del año 2015 con un discurso "regenerador", en el que denunciaba el entreguismo de sus competidores.
Tras cuatro años de mutismo, en los que este sindicato perdió la voz o alguien le prohibió hablar, los funcionarios públicos del Principado le mostraron lo que pensaban de su larga incomparecencia: en las recientes elecciones sindicales del pasado mes de mayo CSI pasó de ganador a ocupar el tercer lugar, con la pérdida de casi la mitad de sus representantes. Y ahora rompen el silencio para exigir un cambio total en el equipo dirigente de la Función Pública asturiana, desengañados por el poco éxito alcanzado con su leal y paciente colaboración. ¡A buenas horas, mangas verdes!
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