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miércoles, 17 de febrero de 2016

No me resigno





 Isabel Carrio Montes, médico internista (Hospital San Agustín), Gijón
LNE 16/02/2016

Estoy indignada, enfadada, cabreada y hastiada. Siento ira, desencanto y frustración. Una vez más la principal ciencia y meritaje de nuestros días, el dedismo, ha vuelto a marcar su destacado papel en nuestra simple y llana cotidianidad. Y es que no, no sólo es atributo de las grandes cabezas pensantes y corruptas de nuestros representantes públicos en Madrid, no, claro que no, faltaría más.

Desde hace muchos meses, incluso años, a los socialistas se les llena la boca, aquí, en Madrid y en cualquier parte, vociferando contra la corrupción y la prevaricación, pero al final terminan defendiendo la misma actitud que aquellos a los que justamente se la recriminan.

Este viernes me he enterado del enésimo caso que demuestra, una vez más, que el enchufismo es la lotería de la mediocridad y/o la inutilidad. La verdad es que no entiendo cómo podemos consentirlo y precisamente porque no me resigno a ello hago público mi rechazo y deseo que mis pacientes se enteren del porqué de mi desmotivación.

A ningún director, a ningún gestor, a ningún alto cargo de nuestra administración sanitaria parece importarle ni un pimiento la calidad ni la seguridad de la atención médica, en mi Servicio vivimos desde tiempo inmemorable en la más absoluta precariedad, siempre con la soga al cuello, siempre corriendo, siempre a destajo y al final ni agradecidos ni pagados. Los principales afectados son los propios pacientes, que encima nos ven a los médicos como responsables de todo sin reparar, entre otras cosas porque nadie se lo ha dicho, que sólo somos meros peones sometidos a la presión de la incertidumbre de una ciencia inexacta, bonita y agradecida cuando las cosas van bien, pero ¡ay! estresante e insatisfactoria cuando los resultados no son los esperados tanto para los pacientes como para los gestores.

Además de una sobrecarga perpetuada y siempre minusvalorada por nuestros mandos, se añade una vez más el desencanto de ver cómo los más inútiles son premiados con carguinos a dedo que lo único que requieren de preparación son unas buenas almorranas para apoyarse en ellas e incubar en un gran sillón de su despacho de coordinador sus enormes huevos, inflamados por estar toda una vida tocándoselos. Ah, eso sí, cobrando sueldos que podrían ser utilizados para mejorar de verdad la asistencia sanitaria.

Estoy harta de directores, gestores, coordinadores, caciques, mamporreros, capataces y demás vagos ineptos de nuestros entorno, y no, no me da la gana recurrir a Madrid o a las altas esferas para ver ejemplos. El que se dé por aludido es que debe estarlo. Estoy HARTA de que las comisiones de servicio sean el billete en business del que tiene amiguitos para que le coloquen en cargos o plazas inmerecidas cuando fue un recurso dispuesto en la ley para cubrir necesidades reales y no una moneda de cambio entre politicastros y amiguismos.

He de confesar que ya a los 13 años deseaba fervientemente y con gran vocación ser médico y hoy veo lamentablemente que todo aquello por lo que luché se ha esfumado, y sólo pienso en sobrevivir en un mundo hostil donde a cada minuto tienes que mirarte la espalda por si alguien te ha apuñalado, eso sí a traición, jamás a la cara. Por eso me rebelo, por eso no me callo, por eso digo a mis pacientes que si a veces me ven cansada y abatida no se extrañen, ellos van a ser los mayores perjudicados, porque desde luego mi motivación y mi interés se han desinflado y aquella ilusión de la adolescencia ya no existe.

Como tampoco quiero ser totalmente tremendista, voy a dejar un resquicio para la esperanza. Ahora mismo el Servicio de Urgencias del Hospital San Agustín está libre de ataduras, libre para comenzar una nueva etapa, libre para volver a ilusionarse y a ilusionarnos, con personas que lo conocen desde hace muchos años, más que válidas para llevar a cabo proyectos esperanzadores y que nos beneficien a todos. Proyectos que su recién huido coordinador, ahora ascendido por enchufismo reiterado, ni siquiera comenzó ni en los sueños que tenía mientras roncaba en el sillón. Ahora es un buen momento para tomar las riendas y desde el conocimiento del Hospital, desde la valía y el esfuerzo, espero que alguno de mis compañeros urgenciólogos pueda no sólo renovar la asistencia urgente sino que pueda hacernos olvidar una época de miseria y de ostracismo, fomentando la colaboración con los servicios y en lo que a mí respecta con Medicina Interna.

Espero que ahora se haga valer la capacidad y el mérito, y no volvamos al pozo del redicho si, es muy válido pero no es de los nuestros, no es del partido, o peor todavía ese pero si ese del SIMPA, ¡por Dios! Como sea así, compañeros, ahí me tendréis frente a las barrricadas, dispuesta a luchar en nuestro hospitalín, codo con codo por evitar que nos lo conviertan en un coto privado de paracaidistas enchufados o en un territorio comanche.

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