El acontecer en clave de espectáculo
Bernardo Díaz Nosty
El periodismo se adultera cuando se ponen en el mismo plano, y
con los mismos enmarcados y lenguajes argumentales, el espectáculo, el
entretenimiento y el discurso de lo público. El perro guardián de la
democracia se convierte aquí en el chucho malabarista del mercado.
Existe la percepción de que los noticiarios de la televisión han
degradado su agenda, en la que predominan los sucesos y los deportes,
mientras que la información general se aborda de forma
descontextualizada, mediante una secuencia de imágenes y titulares
hilvanados en unidades muy breves. Esa pérdida de calidad, relacionada
con la prevalencia del espectáculo, se extiende también al resto de los
medios. Paradójicamente, cuando los usos tecnológicos permiten integrar
mayor cantidad de información y el acceso a las fuentes es mucho más
fluido, se produce el oscurecimiento del periodismo.
El atentado terrorista del 14 de noviembre de 2015 en París puso de
manifiesto el divorcio de las televisiones españolas con la información[1].Las
cadenas no interrumpieron sus emisiones y, cuando finalmente abordaron
el suceso, rompieron la estructura habitual de sus noticiarios y
centraron su atención en un acontecimiento de indudable interés general.
Sin embargo, este hecho extraordinario dejó al descubierto las
debilidades de los informativos en el tratamiento que dieron a la
noticia. Se asistió a una narración repetitiva, dominada por la cara
espectacular del suceso. El contexto causal, es decir, el trabajo
periodístico que debiera haber explicado el acontecimiento, quedó
prácticamente ausente. Ni siquiera se aprovechó el momento para situar a
la opinión pública ante la realidad del autodenominado Estado Islámico.
Además, los conductores de distintos programas de entretenimiento
tomaron el drama como objeto de sus manipulados sensacionalistas.
En este caso, como en otros, la información de lo que sucede apela a
respuestas emotivas, a tomas de posición marcadas por la dureza de las
imágenes, pero contribuye poco o nada a conocer las causas, a armar el
pensamiento en los valores éticos de la cultura democrática (Camps,
2006). La información aparece aquí como una extensión de un espectáculo
contado en claves más propias del entretenimiento o de la ficción.
Esta preocupación por la degradación del periodismo ocupó reflexiones pasadas[2],
que partían de la hipótesis que afirmaba que las naciones del sur de
Europa ofrecían, especialmente en sus televisiones, unos nutrientes de
escasa calidad que no contribuían al progreso cívico y al refuerzo de la
cultura democrática, al tiempo que marcaban fuertes contrastes con las
naciones del centro y del norte.
Proceso extensivo de ‘tabloidización’La
estructura clásica de los informativos europeos, que seguía las pautas
canónicas del periodismo de referencia, establecía una jerarquización de
lo noticiable de acuerdo con un criterio de servicio público. Sin los
alardes retóricos que hoy se emplean, los noticiarios del Reino Unido,
Alemania o Francia trataban de atender el derecho a la información de
las audiencias. El concepto de información periodística estaba regido
por los valores de la actualidad política, social, económica y cultural,
considerados nutrientes básicos de la sociedad, mientras que los
sucesos, la farándula y los deportes tenían una posición menos relevante
o complementaria.
Existía en la prensa un modelo que invertía el esquema anterior, y
daba primacía a los aspectos considerados más ligeros, en el ámbito
específico de los medios populares y sensacionalistas (Cashmore, 2006),
cuya fórmula se basaba en la traducción anglosajona de nuestro pan y
toros: sex,scandal, sport –la triple “s”–, o, en otros casos, la triple “c”: crimen, celebridades, corazón…
Los noticiarios y los periódicos españoles sufren un proceso de “tabloidización”
Sería exagerado decir que los noticiarios de la televisión y los
periódicos españoles responden exclusivamente a esos criterios, pero no
cabe duda de que han sufrido y sufren un proceso de “tabloidización”, un
término tomado de la prensa británica de más bajo perfil –los
tabloides–, que hoy se ha generalizado para describir un fenómeno de
degradación de contenidos en los diferentes medios y soluciones
informativas (Biressi y Nunn, 2008).
En la televisión existe una lógica interna que puede explicar la
“tabloidización”. Los informativos se integran mejor en la narración
decididamente orientada al espectáculo y al entretenimiento que
caracteriza al medio. Se produce ahí el fenómeno que se ha dado en
llamar la hibridación de contenidos entre el periodismo y el
espectáculo. Sin embargo, la credibilidad de los informativos es
importante en la creación del target de audiencia y en la reputación de la cadena, aunque no determinante.
En España, el debilitamiento progresivo de la televisión pública se
manifiesta especialmente en la baja calidad de los informativos, ya que,
en buena lógica, estos debieran constituir su eje de referencia. Con
una duración que suele duplicar el tiempo de estos espacios en las
televisiones de otras naciones del entorno, resultan, sin embargo, más
alejados de la información de referencia. El despliegue periodístico
moviliza mayores recursos en la información de servicios, que adquiere
una forzada relevancia y ocupa minutos para explicar lo obvio y lo que
puede contarse de una manera mucho más simple. Ruedas de corresponsales
para conocer los accidentes de tráfico durante el fin de semana en las
distintas comunidades autónomas, o para comprobar el ambiente en las
playas en días cálidos del otoño, o recorrer las pistas de esquí para
saber cuál es el estado de la nieve… Empleo de recursos que no se
asignan a otras narraciones periodísticas, excepción hecha del deporte,
habitualmente centrado en el fútbol.
La ausencia de un referente público, por las debilidades crónicas de
los informativos de TVE, traslada al resto del sistema audiovisual
formas de hacer que desatienden el deber de informar y la necesidad
informativa de una sociedad culturalmente evolucionada. Un país que ha
avanzado de manera especial en la formación de las nuevas generaciones
es desatendido en una vertiente básica para el desarrollo de la
conciencia ciudadana:la información de interés general.
Hay un problema añadido. Tan solo hace dos décadas, aún se sostenía
que la prensa escrita marcaba la agenda de las televisiones. Hoy, no es
así, o solo lo es de forma parcial mediante noticias breves
descontextualizadas, insertas en un esquema que reinventa el orden de lo
noticiable. Y no solo eso, sino que los medios de referencia,
especialmente en sus versiones online, se orientan cada vez más
hacia el espectáculo y lo banal. En las ediciones digitales es fácil
conocer el consumo de los contenidos, “lo que vende”, y por ello, aun a
riesgo de perder el carácter de referencia, se advierte un repliegue de
la filosofía del rating [nivel de audiencia] que mueve a los medios audiovisuales.
Sobrepasadas las líneas rojasLos tabloides,
mediante construcciones orientadas a lo popular ya lo sensacionalista,
no solo no han disminuido a medida que la sociedad iba adquiriendo
nuevas herramientas mediático-culturales, sino que han progresado y han
contaminado las expresiones de otros medios. En el Reino Unido, después
de los escándalos de la prensa amarilla a raíz de la muerte de la
princesa Diana de Gales (Sharkey, 1997) o de las escuchas telefónicas ilegales de News of the World (Johnson,
2012; Patching y Hirst, 2013), no hay un cambio significativo en las
pautas de estas cabeceras. Ni el debate público ni el posicionamiento de
intelectuales y académicos han mitigado el salto adelante hacia la
propagación de un periodismo banal. Mientras la prensa sensacionalista
se mantiene en sus coordenadas, donde encontró audiencias millonarias,
la prensa de referencia se ha movido hacia los espacios soft e,
incluso, pugna por destruir la referencia central de la BBC en el
sistema de medios británico, como lo vienen haciendo los Murdoch,
quienes, repuestos del escándalo de News of the World, califican a la corporación pública de “monopolio mediático” y de atentar contra la libre competencia y la libertad de expresión…
Los tabloides británicos, es más, han cambiado sus contenidos y han
activado nuevas soluciones digitales. Quienes defendían la función
social de estos medios como un nutriente válido de las clases populares,
porque en sus páginas dominaba la información, constatan que han dado
paso al espectáculo. Los diarios, en su difícil competencia con los
canales populares de televisión, se unen ala fiesta con su producción
continua de historias y participan en la tormenta perfecta de la gossip communication [comunicación de cotilleos],
donde las redes sociales añaden ruido al cotilleo coral. Nunca como
ahora se había dado, con una gama de medios muy amplia, una convergencia
polifónica hacia el “gran público”.
En un momento de degradación generalizada del periodismo en los
medios, las tendencias privatizadoras de la televisión pública en Europa
no están argumentadas por el deseo de ampliar la libertad de expresión,
sino que reflejan la voracidad de las corporaciones privadas en su
avance hacia el control de nuevos espacios de audiencia. Esta tendencia,
muy contenida en las naciones del centro y del norte, se ve acentuada
en España por las políticas desafortunadas de los Gobiernos estatales y
autonómicos.
Degradación de la esfera públicaEl gran zoco del
espectáculo mediático, que integra la información como una suerte de
miscelánea de hechos dramáticos, curiosos o protagonizados por las
celebridades, abandona su ámbito natural y contagia espacios antes
resguardados por la calidad periodística. Dos años antes de fallecer, el
profesor Vidal-Beneyto, uno de los fundadores de El País,
manifestó su preocupación por el progresivo vaciado de opinión en la
prensa de referencia, especialmente de aquellas reflexiones que
cuestionaban el discurso dominante. Un fenómeno que Vidal-Beneyto
constataba en la prensa británica y francesa, y también en la española,
donde seguía escribiendo. Era lo que llamaba la “esterilización de la
crítica” y la “fumigación de la inteligencia”[3].
El trasvase del periodismo a formatos de entretenimiento está
relacionado con la indiferencia de los políticos. Hay en ello un
abandono de responsabilidad en la garantía de las libertades públicas
(Scheuer, 2012). Hoy, reivindicar el rescate de la libertad de prensa
frente a los implantes del mercado es visto como una injerencia del
Estado en materia de libertad de expresión, como si el mercado se
hubiese convertido en el garante de las libertades públicas. Esa idea
privatizadora de la libertad de prensa se ha instalado en el discurso
dominante. La reivindicación del ejercicio libre del periodismo por
parte de los profesionales es vista como una especie de reinvención de
la censura… En ese marco de contradicciones resulta reconfortante releer
a los académicos liberales de Estados Unidos, que, después de la
Segunda Guerra Mundial, integraron la Comisión Hutchins (Pickard, 2015) y
describieron con claridad el alcance democrático de la libertad de
prensa, de una free and responsible press [prensa libre y responsable].
El mercado ha ocupado la escena pública y ha oscurecido el discurso
crítico, la reflexión académica (Brottman, 2005), la lectura del
periodismo que reivindica sus raíces democráticas, su valor central como
nutriente de la opinión pública informada. Otras modalidades
narrativas, otras expresiones mediáticas, dejan de ser periodismo cuando
pierden su identidad fundacional y su condición crítica de contrapoder.
Son soluciones intervenidas, contaminadas. Simulaciones que, al
desprenderse de la matriz ética, desdibujan su identidad. El ejercicio
del periodismo se inscribe en la órbita de las libertades públicas
–libertad de expresión, libertad de prensa, derecho a la información…–;
por ello,cuando se rompe esa vinculación, cuando se hibrida con
expresiones mediáticas como el entretenimiento, pierde su naturaleza
original. El “infoentretenimiento” no es necesariamente periodismo.
Imperativos comerciales del guionEn los medios
españoles hay numerosos ejemplos con soluciones que, bajo una pretendida
pátina periodística, desinforman y reducen la narración de la
actualidad a debates polarizados por imperativo del guion… Periodistas
de los medios de referencia pierden su crédito en debates devaluados por
los formatos festivos del espectáculo. En estos espacios, la llamada
prensa de calidad, a través de sus periodistas, se entrega con
frecuencia al tabloide, a lo amarillo, a la adulteración de los
nutrientes de la opinión pública. La strategy of distraction [estrategia de la distracción] es para Chomsky la primera clave de la manipulación.
Pérdida de crédito en debates devaluados por los formatos festivos del espectáculo
Con ser grave la evanescencia de la frontera que separa el periodismo
de referencia de los manipulados sensacionalistas, lo peor, al menos
desde las bases cívicas del Estado de derecho, es que la deriva se
corresponde con una crisis de la democracia. Se puede hablar, con
propiedad, de una corrupción del periodismo que se realimenta en la
crisis de la política. No debe confundirse la estrategia de la
distracción con la división clásica de las noticias en duras y blandas –hard news y soft news–,
siendo las primeras las relativas a los asuntos políticos, la economía,
las relaciones internacionales, la cultura, la salud y la ciencia,
mientras que las segundas incluirían los sucesos, los deportes y otros
aspectos de interés humano. Ambos grupos forman parte del periodismo, al
menos desde la concepción que integracódigos éticos reglados en la
construcción y jerarquización de la actualidad narrada. La alteración
del procedimiento, bien para satisfacer las necesidades de los
anunciantes o de los requerimientos del poder, significa adulteración. Y
lógicamente, hay adulteración cuando se ponen en el mismo plano, y con
los mismos enmarcados y lenguajes argumentales, el espectáculo, el
entretenimiento y el discurso de lo público, esto es, cuando se acorta
la diferencia entre el Parlamento y la cancha deportiva. El perro
guardián de la democracia se convierte aquí en el chucho malabarista del
mercado.
Inversión en la escala de referenciasLa
banalización del contenido de los medios incide en las libertades
individuales y debilita la respuesta ciudadana, es decir, su capacidad
propositiva. El empobrecimiento del lenguaje periodístico y su frecuente
práctica polarizada ha impregnado al conjunto de la sociedad y se
manifiesta, de forma excepcional, en el ámbito de la clase política, en
su discurso, cada vez más reducido en la interacción en clave mediática.
La corrupción ha contribuido, asimismo, a trasladar el protagonismo de
los políticos desde el ámbito institucional al escenario de los sucesos.
Un plano poco estimulante en un momento histórico que apela a la
regeneración política del país.
Sorprende la limitada reflexión crítica acerca de la degradación del periodismo
Sorprende la limitada reflexión crítica acerca de la degradación del
periodismo y, en consecuencia, del empobrecimiento democrático. Aun
cuando la vertiente académica especializada es sorprendentemente amplia
en España, genera escasas respuestas acerca de las causas y los efectos
sobre la democracia y la cultura del país derivadas de la degradación de
la matriz ética del periodismo en los medios.El ámbito académico de las
ciencias de la comunicación, tributarias del conjunto de las ciencias
sociales y de las humanidades, muestra también carencias que contrastan
fuertemente con el tiempo histórico que conoce el máximo desarrollo
científico-técnico. Y en eso, el gran espacio escolar ocupado por el
periodismo y la comunicación tiene un papel poco relevante en la
denuncia de la degradación del pensamiento y de los riesgos que ello
entraña para la cultura democrática[4].
La que se ha definido como crisis sistémica, que afecta al conjunto
de las instituciones y a los actores de la representación política,
inscribe las debilidades del periodismo en una envolvente mucho más
amplia. Alcanza a las expresiones de la representación política, pero
también a las instancias generadoras de respuestas y nuevos paradigmas.
El descompromiso, la reducción de la agenda a “lo que vende”, a la
mera satisfacción de las audiencias, hace dejación de los mitos
fundacionales del periodismo, pero también de su responsabilidad social.
Los estudios acerca de la posición de los medios ante un fenómeno como
el cambio climático, por ejemplo,descubren las contradicciones de un
modelo que, para algunos autores (Stanton, 2007), no puede explicar toda
la realidad, como ocurrió con el silencio que precedió a la crisis
financiera de 2008. Ante un fenómeno de tanta gravedad, que suscita un
gran consenso científico, los medios rompen simbólicamente el acuerdo de
los expertos y, más allá de sus posiciones acerca de un problema
universal, lejos de formar conciencia cívica ante la necesidad de
afrontar la crisis del planeta, simplifican, en muchos casos, la
información o la conducen a una visión sensacionalista del problema.
Otra mirada “no vende”, o puede afectar a un cambio en las pautas de
consumo que alteraría las relaciones del medio con el entorno de los
grandes anunciantes.
Al buscar las razones que han conducido a esta situación, no todo
debe atribuirse al mercado, voraz por naturaleza, sino a la dejación de
quienes han abandonado el papel de garantes de la primacía de la esfera
pública en las sociedades democráticas. Además, la propia industria del
sector ha acentuado la ya existente precarización del empleo en los
medios en los años de crisis económica. La drástica reducción de las
plantillas de periodistas y la bajada generalizada de los salarios han
creado unas condiciones en las que el periodismo de referencia, que
comprueba las fuentes, investiga y construye historias contextualizadas,
es poco viable. Se ha dado paso a las narraciones efímeras, escasamente
argumentadas y urgidas por los requerimientos constructivos del soporte
digital. Las empresas editoras, apremiadas por la caída de los ingresos
publicitarios y la reducción de la difusión en soporte papel, han
forzado soluciones de supervivencia a costa de la calidad del medio y,
lo que es peor, con la pérdida de credibilidad entre las audiencias.
España aparece en 2015 como el país europeo con más baja confianza de
las audiencias en los medios (Newman, Levy y Nielsen, 2015: 12)[5].
Rescate del periodismoLa crisis del periodismo
se inserta dentro de una crisis sistémica que afecta al conjunto de las
instituciones de la democracia. Por ello, es difícil concebir un rescate
de sus valores esenciales en una democracia empobrecida, pero sí cabe
entender que cualquier solución futura, sea en el soporte que sea,
deberá pasar por una disociación entre la información de interés público
y el espectáculo (Scheuer, 2012). Diferenciación que entronca con el
mismo rescate de la democracia, en la medida que la libertad de prensa
no puede desvincularse de las libertades públicas, con independencia de
que su producción corresponda a corporaciones privadas. Solo así,
mediante la excepción democrática de la información, como nutriente de
la opinión pública en una sociedad libre, la libertad de prensa
recuperará la credibilidad perdida, dejando para el espectáculo las
soluciones propias del entretenimiento y del ocio.
Las soluciones pasan por disociar información de interés público y espectáculo
Una primera consideración propositiva para el rescate del periodismo,
en un nuevo marco tecnológico, en el que se insertan nuevas prácticas
sociales de comunicación, parece pasar por la necesaria separación entre
información y espectáculo, al tratarse de aspectos de muy distinta
naturaleza. Esto es, rescatar los enmarcados propios del periodismo, con
independencia de los soportes, de modo que sea reconocido como una
fuente potable para su consumo por parte de la opinión pública.
Aislar,como formas propias del espectáculo, ciertas narraciones que se
presentan como periodísticas,mediante el forzamiento de la agenda de la
actualidad hacia valores ajenos al interés general y a los criterios más
básicos de la ética profesional.
Cabe asignar a todas las instancias que promueven y favorecen la
transparencia, entre las que están los medios, un estatuto democrático,
de forma que se distingan las relacionadas con el marco de las
libertades públicas, sujetas a estándares de calidad y códigos éticos,
de aquellas que recrean espectáculo u otras que están guiadas por
objetivos tóxicos, de desinformación, propaganda o simple inducción
comercial.
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