Este artículo fue enviado a ‘El País’ en respuesta al
artículo de su periodista Milagros Pérez Oliva titulado “La verdad y el
periodismo”. Lamento que no respondieran o publicaran el artículo
adjunto, y agradezco a Público que sí lo publique ahora aquí en Dominio Público
Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Pompeu Fabra, y Director del JHU-UPF Public Policy Center
Milagros Pérez Oliva, periodista de El País en Catalunya y en su día defensora del lector de este periódico, escribió recientemente un interesante artículo, “La verdad y el periodismo” (13.11.16), en el que señala que “el triunfo de Donald Trump puede considerarse un fracaso del periodismo”,
indicando que los medios llamados de información no han mostrado
sistemáticamente las mentiras y falsedades provistas por tal señor
durante la campaña que le ha conducido a la presidencia de los Estados
Unidos. Pero el problema, según Pérez Oliva, es que en las ocasiones en
que los medios así lo hicieron, no tuvieron el impacto que hubiera sido
deseable que hubieran tenido debido a su falta de credibilidad, al ser
percibidos estos medios por la población en general como instrumentos
del establishment político-mediático, el mismo establishment que quería
eliminar a Trump, y cuyos votantes aborrecían dichos medios. Encuentro
tal observación muy acertada, y coincide con mi lectura de lo que ha
estado ocurriendo en EEUU antes y durante la campaña electoral. Existe
hoy un amplio sector entre las clases populares estadounidenses (y muy
en particular entre la mayoría de la clase trabajadora, que es de raza
blanca) que percibe a la mayoría de los medios como parte del
establishment al cual rechazan, por considerarlo responsable del
deterioro de su calidad de vida y bienestar. La autora podría añadir
otra crítica a los medios, y es la de frivolizar la información
periodística intentando presentar al candidato Trump como un payaso, sin
entender que el problema era mucho más amplio y más grande que la
atípica personalidad política del candidato. Los medios apenas tocaron
la principal causa del éxito de este “supuesto” payaso, que era ni más
ni menos que el enorme enfado de grandes sectores de las clases
populares debido al gran deterioro de su bienestar y calidad de vida,
resultado de las políticas públicas impuestas a la población por aquel
mismo establishment político-mediático.
Pérez Oliva acentúa que la percepción sobre las causas de la
pérdida de credibilidad de los periodistas se debe, en gran parte, a la
mezcla en los escritos de dichos periodistas de opinión con información,
utilizando la segunda para promover la primera, práctica realizada por
los periodistas que está dañando la credibilidad de los medios. Supongo
que la mayoría de la población (e incluso de la profesión periodística)
estaría de acuerdo en que gran parte de la falta de credibilidad de los
medios (y por lo tanto de la profesión) se debe a que los periodistas
utilizan estos medios para promover su punto de vista particular,
sesgando las noticias para promover (consciente o inconscientemente) su
ideario personal. Y cuando no es su ideario personal, lo es el de su
empresario, propietarios de los medios, situación que adquiere especial
importancia en la situación actual que, como bien señala Milagros Pérez
Oliva, se caracteriza por una falta de estabilidad y elevada precariedad
entre los profesionales de los medios. La autocensura, después de todo,
es la forma más extensa de censura. Ahora bien, fuera la causa que
fuera, el hecho es que el sesgo de la información periodística provista
por la gran mayoría de los medios en las últimas elecciones apareció
claramente en sus reportajes de los candidatos. Y este sesgo apareció
incluso con mayor intensidad en las últimas elecciones de 2015 y 2016 en
España, cuando la mayoría de los medios de información, incluyendo El País,
se transformaron más en medios de persuasión que de información. El
sesgo anti-Podemos, por ejemplo, tanto en los editoriales como en la
mayoría de las informaciones y en las páginas de opinión, fue claro.
La violación de un derecho constitucional
Este sesgo viola el derecho a la información que retóricamente
aparece en la Constitución Española, y que es sistemáticamente ignorado
por la gran mayoría de los medios. Hay que subrayar que la violación de
tal derecho debilita la propia razón de ser de dichos medios, pues
reciben toda una serie de privilegios (incluidos fiscales) por parte del
Estado (sea a nivel central, autonómico o local) como contrapartida al
compromiso de garantizar tal derecho, compromiso que no respetan.
Pérez Oliva subraya, con razón, la obligación que tienen los
periodistas de encontrar “la verdad de los hechos y datos comprobables”,
declaración hecha a periodistas en un congreso de tales profesionales.
Pero es difícil que ello ocurra a no ser que haya una mayor diversidad
dentro del periodismo, de manera que el que falte a la verdad pueda ser
cuestionado por otro periodista con otra versión de la verdad, lo cual
es de difícil realización cuando (incluso en las páginas de opinión El País, por ejemplo) sistemáticamente se excluye a ciertos autores y puntos de vista, a costa de promover a otros. En El País, las páginas de Opinión han
tenido muchos más artículos críticos con Podemos (antes los tuvo con
Izquierda Unida), con la visión plurinacional de España, con el derecho a
decidir en Catalunya, con los méritos y deméritos del independentismo,
con las políticas económicas y sociales de las izquierdas (a la
izquierda del PSOE), que favorables a ellos (que han sido limitadísimos,
y me consta que no es por falta de artículos que hayan recibido con
visiones distintas).
Y ahí está el problema, que el buen artículo de Pérez Oliva no toca y
que es de gran importancia en una sociedad como la de España, donde la
diversidad de los medios es enormemente limitada. También lo es, pero en
menor grado, en EEUU. Hoy España es uno de los países de la OCDE (el
grupo de países de semejante nivel de desarrollo económico al español)
con menor diversidad y mayor sesgo en sus medios, siendo también uno de
los países donde la población desconfía más de la información provista
por los mayores medios de información, que son percibidos
mayoritariamente como medios de persuasión (ver mi artículo “El ‘New York Times’ lleva razón: no existe pluralidad en los medios”, Público, 19.11.15). Espero que Pérez Oliva esté de acuerdo.
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