Una minoría selecta de los 417 consejeros de las principales
corporaciones conforma el poder real: sus empresas empiezan a pesar más
que el Estado, y a asumir paulatinamente sus competencias
Rubén Juste de Ancos
/
José Luis Marín
(infografía)
Joaquín Costa escribió en 1903 que “lo que las mayorías hacen con el
voto, las minorías lo hacen con la obstrucción”. Antes de las elecciones
de junio de 2016, Juan Miguel Villar Mir -- el empresario y ex político que triplicó su fortuna durante la crisis–
advirtió de forma apocalíptica: “Lo importante de verdad es que no se
nos dé la presencia de Podemos, porque eso desajustaría la economía”. A
continuación concretó los pormenores de su propuesta: “Hace falta que
los dos grandes partidos estén para aprobar los acuerdos fundamentales
que hay que hacer”. En aquellas mismas fechas, un manifiesto de
expolíticos e intelectuales vinculados al PSOE, PP y Ciudadanos pedía evitar las terceras elecciones y
urgía a formar “un Ejecutivo que cuente con el respaldo parlamentario
suficiente para impulsar la estabilidad económica en el marco de
nuestros compromisos europeos; para adoptar medidas sociales correctoras
de las crecientes desigualdades; y para emprender una reforma
constitucional que aborde, entre otras cuestiones, la mejora de la
articulación territorial”.
En septiembre, tras la fallida investidura de Mariano Rajoy, se
sucedieron semanas muy tensas. El PP chantajeó al PSOE con elecciones en
Navidad, y el golpe palaciego que comenzó con los quejidos de Felipe
González y acabó con Pedro Sánchez muerto antes de intentar formar una
mayoría alternativa provocó un efecto dominó de consecuencias aún
desconocidas. La formación de una gestora en el PSOE impuso, por
imperativo, la abstención del Grupo Parlamentario Socialista en la
investidura de Rajoy. Poco después, la Gestora comunicaba las sanciones contra los diputados que votaron no al candidato popular.
El 26 de octubre, durante la primera sesión de investidura, Rajoy
prometió estar dispuesto a afrontar los retos de la nueva legislatura:
“Si hemos de aceptar sacrificios, lo haremos con orgullo por el bien de
España”. Eran las palabras del nuevo presidente del Gobierno, arropado
por Ciudadanos y bendecido, en segunda ronda, por la abstención de un
PSOE desgarrado. Sin embargo, ese ‘por el bien de España’ echó a temblar
solo un día después de la reelección. Pedro Sánchez, en la entrevista
que concedió a Jordi Évole en Salvados, confirmó las presiones
económicas y mediáticas que había recibido para no formar un gobierno de
cambio, y señaló directamente al diario El País, a Telefónica y su expresidente, César Alierta,
entre los impulsores del movimiento contra Sánchez y su pretensión
--nunca explicitada-- de formar una coalición de izquierdas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario