La corrupción no surge donde escasean los controles, sino donde abundan las relaciones de poder
El sudoku español es que lo que nos ayuda en tiempos de crisis —unos
fuertes lazos familiares y personales— perjudica el día a día de
nuestras instituciones. Porque si algo hemos aprendido tras años
estudiando la corrupción es que el abuso público se funda en la
confianza personal. En contar con “dos putitas de confianza”, como las
que formaban parte de esa orgía de relojes de oro, cabezas disecadas de
toros y clubes de alterne de la trama Púnica. Y, sobre todo, muchos
putitos de confianza: personas que anteponen la lealtad personal a su
deber profesional.
En un Estado moderno la corrupción no es un pecado individual, sino
grupal. Necesitas cerebros que diseñen un sistema sofisticado de
recaudación y blanqueo de dinero; manos que escriban y ejecuten tus
contratos; y ojos que miren hacia otro lado. La corrupción no surge
donde escasean los controles, sino donde abundan las relaciones de
poder. Donde hay personas que acumulan recursos para seducir, y
coaccionar, a otras.
Nuestras Administraciones, muy jerarquizadas, encumbran en sus
vértices a padrinos con un gran poder sobre la vida de sus subordinados.
Los salarios, condiciones laborales y perspectivas de carrera
profesional de demasiados empleados públicos dependen de sus superiores
políticos. Muchos funcionarios —incluyendo a los teóricamente más
independientes, como secretarios, interventores y tesoreros— viven
atrapados entre sus obligaciones de iure y las presiones de facto de sus mandos.
Entender estas relaciones de poder informal es esencial para diseñar
una buena estrategia anticorrupción. De momento hemos abordado la
corrupción desde un punto de vista jurídico, olvidando el contexto
organizativo. Hemos engordado los procedimientos y aumentado los
requerimientos necesarios para la contratación pública, pero ¿qué efecto
pueden tener medidas como paralizar los expedientes administrativos en
presencia de informes técnicos negativos si los funcionarios no tienen
incentivos para redactarlos porque temen por su futuro laboral?
Si no alteramos esos incentivos, minando las relaciones de poder que
permean nuestras organizaciones, seguiremos rodeados de corruptos de
confianza.
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