La increíble historia de cómo el periódico de Gijón publicó que Renfe encargó unos trenes que no cabían en los túneles y nadie hizo caso durante nueve días; hasta que el presidente cántabro prendió la mecha y la ministra entregó cabezas
El fósforo que enciende la pradera en Asturias lo sostiene Revilla en Cantabria con indignación campechana.
He aquí una historia que merece la pena contar al revés, empezar por el final y acabar por el principio.
Adif cesó este lunes al jefe de Inspección y Tecnología y Renfe al responsable de Gestión de Material.
La ministra de Transportes, Raquel Sánchez, había prometido dimisiones por el fiasco de los trenes diseñados para Asturias y Cantabría que no cabrían en sus túneles. En 2019, Renfe lanzó un concurso para renovar 31 trenes de cercanías y media distancia en el norte del país, adjudicado a CAF por 258 millones de euros, pero los gálibos -dimensiones máximas de altura y anchura de los trenes- estaban mal en el contrato. Aunque el fallo interno se descubrió durante el diseño, es decir, antes de la fabricación, el caos burocrático demorará la entrega de los trenes al menos tres años.
La ministra dijo compartir el “enfado e indignación” del presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, que convirtió el trenicidio en drama nacional. Adrián Barbón, presidente del Principado de Asturias, se sumó a Revilla y a la ministra: "Hay que ver quiénes son los responsables de esta chapuza y cesarlos". Todos de acuerdo pues… a toro pasado
Ocurre que algo falla en esta indignación coordinada entre el Gobierno, Asturias y Cantabria. Un fallo en el sistema que explicaría varias cosas interesantes sobre el funcionamiento del laberinto territorial español: por qué unas noticias tienen impacto y otras no, cómo funcionan los escándalos políticos cuando llegan a los medios, por qué Revilla la lía cada vez que abre la boca, qué pasa en el silencioso oasis socialista asturiano y por qué en España se maltrata a los trenes que no van a alta velocidad.
El pasado jueves, 2 de febrero, el periódico cántabro El Diario Montañés publicó: “Renfe diseña para Cantabria trenes que no caben en los túneles y retrasa tres años su construcción”.
Revilla: “Es una chapuza incalificable, no es propia de un gobierno serio, tienen que rodar cabezas”
Ese mismo día, Revilla aseguró: “Es una chapuza incalificable", "no es propia de un gobierno serio", "tienen que rodar cabezas”. El vicepresidente cántabro, el socialista Pablo Zuloaga, reclamó una “explicación urgente” al Ministerio de Transportes (en Cantabria gobierna un bipartito con los regionalistas de Revilla (PRC) y el PSOE). Al día siguiente, la prensa nacional comenzó a ocuparse del trengate. Dos días después, la ministra Sánchez habló con Revilla y prometió ceses.
Hasta aquí la cosa sigue teniendo coherencia política interna, pero si nos vamos un poco más para atrás y cambiamos de comunidad autónoma, deja de tenerla.
Ramón Muñiz, periodista del periódico gijonés El Comercio, publicó el 24 de enero: "Feve sigue sin recibir los trenes que encargó hace tres años por una confusión en sus dimensiones". "Aportó al adjudicatario datos incorrectos de los gálibos". La exclusiva se publicó nueve días antes de la noticia de El Diario Montañés que indignó a Revilla. Entre medias, un silencioso agujero asturiano que se ve desde el espacio.
"En Asturias, agachamos la cabeza. Todo el mundo se da por satisfecho"
Se da la circunstancia de que el día que El Comercio sacó su exclusiva fantasma (no por falsa, sino porque pasó desapercibida, ahora veremos por qué), estaba en Asturias Isabel Pardo de Vera, secretaria de Estado de Transportes y ex presidenta de Adif. Pardo y el presidente Barbón dieron una rueda de prensa sobre los retrasos en la variante de Pajares, obra pública maldita (20 años de preparativos y 4.000 millones de gasto) que se le ha vuelto a hacer bola a un Gobierno: se prometió que el AVE asturiano estaría operativo para las elecciones autonómicas de mayo, pero habrá que esperar unos meses más. Al final de la comparecencia Pardo/Barbón sobre Pajares, el periodista de El Comercio preguntó sobre la chapucilla de los trenes de Cercanías. Pardo de Vera reconoció que el encargo se había paralizado por la confusión con las dimensiones y habría que “esperar dos o tres años más” para recibir los trenes. Dicho lo cual, Barbón zanjó la rueda de prensa sin decir ni pío sobre los trenecitos.
Todos los elementos estaban encima de la mesa, por tanto, para que se activara el escándalo de los trenes, pero nada ocurrió en Asturias hasta que El Diario Montañés y Revilla se subieron a la ola nueve días después. Y cuando decimos nada, queremos decir NADA. Silencio sepulcral, no ya del gobierno asturiano, también de la oposición (mientras tanto, en el Ministerio de Transportes dando palmas con las orejas tras haber esquivado la bala). ¿Por qué no pasó nada en Asturias? Entre algunos protagonistas de la historia circulan varias teorías (complementarias) sobre el asunto: red socialista de intereses, obsesión con Pajares (que tapa todo lo demás), pax asturiana como régimen y potencia mediática de Revilla. Vamos por partes.
La intrahistoria
Barbón, presidente del Principado, no pidió cuentas al Ministerio de Transportes hasta que Revilla encendió el petardo y se vio forzado a hacerlo. Hubo maniobras socialistas para poner sordina al asunto. Ahora bien: lo raro no es que Barbón mirara hacia otro lado para no enfangar al Ministerio de Transportes, pues entra dentro del juego político por perverso que parezca. Lo asombroso es que la oposición política asturiana participara en el voto de silencio hasta que la mecha prendió en Cantabria. El PP asturiano solo sacó un comunicado tras el revillazo: “Adrián Barbón tendría que estar más preocupado de defender los intereses de Asturias que de no molestar a Sánchez… No se puede poner en peligro el futuro de las cercanías en Asturias, que suponen una red de transportes esencial para la región”. Insistimos: a toro pasado.
¿Por qué la oposición asturiana no dijo nada antes cuando era un tema perfecto para hacer sangre del Gobierno autonómico?
Podríamos hablar de pax asturiana elevada al máximo nivel. O la antigua región más conflictiva de España, vanguardia obrera y dinamitera durante medio siglo, viviendo ahora la gran modorra política y social.
Pero también podríamos pensar que el PP asturiano se comió el asunto por negligencia o despiste.
Aquí entraría el factor Pajares. Desde hace veinte años, la política asturiana vive por y para la variante. Con la obra (casi) acabada, el enésimo retraso, a las puertas de las elecciones, monopoliza estos días el debate público. Mientras todo el mundo hablaba de Pajares -y en una metáfora perfecta sobre cómo la obsesión española con el AVE desde el 92 ha precarizado los Cercanías y la media distancia,- casi nadie reparó en Asturias en el fiasco de los trenes que no entraban en los túneles. Con la obsoleta red de Cercanías con problemas estructurales (viajar en tren por el interior de Asturias es una experiencia digna de los pioneros del ferrocarril), para una vez que el maltrato al Cercanías asturiano podía convertirse en asunto nacional, a los asturianos les pilló mirando (cómo no) a Pajares, el túnel/solución mágica a todos los problemas del país.
"En Asturias, agachamos la cabeza. Llega la número dos del Ministerio de Transportes a Oviedo cuando salta la noticia, y no hay un político, empresario o sindicalista que sea capaz de armarse de valor y pedirle explicaciones... Todo el mundo se da por satisfecho. En nuestro costado, una región como Cantabria, donde la clase política se mueve en unas coordenadas más normales, su presidente responde airado al fracaso de los trenes y el Gobierno de España mueve pieza instantáneamente... Lo más llamativo es que todo el arco político asturiano respondió de la misma manera. Nadie le da importancia a semejante desastre. La apatía, la falta de compromiso con el territorio, la incapacidad para defender los intereses de la región es el denominador común desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha", contó Juan Neira en El Comercio.
Rey campechano
Pero también tenemos que hablar de Revilla. El PP cántabro trata de desgastarle ahora por su alianza gubernamental con los socialistas: este lunes, un irónico PP entregó a Revilla en el parlamento una cinta métrica para "medir los túneles", a lo que el presidente contestó que él "sabe medir perfectamente".
El hecho es que Revilla siempre midió bien cuándo pisar un charco que agrade a la opinión pública. Tras años cultivando con éxito su perfil de populista campechano de provincias que habla claro, flirtea con la antipolítica (pese a ser presidente autonómico) y es recibido como un héroe en los platós televisivos madrileños -bromea en El Hormiguero y se pone serio (de aquella manera) en La Sexta Noche- el presidente cántabro sabe cuando toca rasgarse las vestiduras. Pese a gobernar con el PSOE, encabezar la denuncia del desaguisado de los trenes no solo le quitó responsabilidad, también se adaptó como un guante al discurso que tan bien maneja: el del agravio regional -las infraestructuras olvidadas de la periferia- sin caer en el nacionalismo.
Resumiendo: Revilla abrió la boca, en Madrid subió el pan y Asturias se hizo la sorprendida y pidió purgas intermedias en Renfe y Adif. ¡Qué escándalo! ¡En este tren enano se juega!
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