MANUEL CASTELLS 01/11/2014
La procesión esperpéntica de estafadores políticos y empresarios corruptores continúa su desvergonzada cabalgata indiferente a un clamor ciudadano cada vez más apagado. Populares émulos de sus ancestros franquistas esquilmando cajas, llevando contabilidades B y tarjetas B, vendiendo contratas de obra pública. Socialistas alimentando su caja negra con consultorías fantasmas y adjudicaciones sobornadas, incluido hace años el director de la Guardia Civil, subsidiando redes clientelares con fondos públicos. Nacionalistas haciendo país al son del 3% (ofendidos con Pasqual Maragall cuando se lo reprochó) con su líder histórico beneficiando a su familia (para mi dolor personal). Heroicos sindicatos obreros nutriéndose de cursos de formación fantasmas y subvenciones de gobiernos afines. Cargos municipales y autonómicos de todo pelaje ideológico malcontratando obras y cambiando ordenanzas al gusto del cliente. Tanto para el partido, tanto para mí. Si todos son iguales, ¿no habría que aceptar que forma parte de la naturaleza humana? ¿Y habría que resignarse como con el calentamiento global, la violencia machista o la manipulación mediática?
Grandeza y miseria de la política. Miseria a la vista. ¿Grandeza? La sentimos en momentos de lucha por la democracia, aunque muchos prohombres estuvieron ausentes y otros, como Aznar, ni siquiera votaron la Constitución con la que ahora se arropan.. Cierto que no estamos en los tiempos aquellos en que cada visita de Doña Carmen a una joyería infundía pavor al comerciante y activaba la iguala entre joyeros. Pero tras cuatro décadas de corrupción política creciente algo huele a podrido en este país. También en muchos otros, por lo que el hedor parece ser el olor del planeta, tal y como documentan Transparency International y la Longman Encyclopedia of Political Corruption. Sin embargo, cabría esperar que las instituciones democráticas atemperaran los bajos instintos de la misma forma en que la fiscalidad progresiva modera las desigualdades del mercado y la justicia limita el crimen. En algunos países, como Escandinavia, Canadá o Chile, se ha conseguido limitar la corrupción institucional con mecanismos de transparencia de las contratas públicas. En otros, como EE.UU., se ha institucionalizado la influencia del dinero en la política mediante el registro de los lobbies y la publicidad de sus pagos a los políticos a cambio de votos. Algo que desnaturaliza la democracia pero que al menos deja las cosas claras. En el Estado español, siempre se achaca el problema a unas cuentas ovejas negras. Algo improbable habida cuenta de la persistencia y generalidad de las prácticas corruptas en el tiempo y en el espacio. Más bien pareciera que se trata de un rebaño de políticos en el que predominan diversos tonos de gris. Claro que en cuanto a las personas no se puede generalizar, porque la bondad está tan repartida como la maldad. Por ejemplo, mis amigos que están en política no son corruptos. Porque cuando se hacen corruptos dejan de ser mis amigos. Por eso yo abandoné hace tiempo la política institucional. Pero el sistema de partidos y las instituciones que dominan parece reproducir la corrupción, por muchas fiscalías anticorrupción que se creen y medidas de transparencia se aprueben. Hecha la ley, hecha la trampa. Y hay múltiples formas de ocultar métodos ilegales de recabar fondos que son el combustible de todos los partidos y de los políticos en busca de su propia pitanza. ¿Podemos pensar en dirigentes impolutos ajenos a las fechorías de sus tesoreros, secretarios de organización y hombres de confianza? Poco creíble. O lo sabían y son cómplices o no lo sabían y son idiotas.
Así que la corrupción parece ser sistémica. ¿Cuáles son sus causas? Por un lado, la política actual es profesional y mediática y por tanto cada vez más cara, mucho más de lo que pueden sufragar los fondos públicos. Es más, puesto que los políticos hacen carrera profesional de su actividad (hasta que tienen suficiente influencia para pasar al servicio de los lobbies de empresas) todos tienen interés en mantener un sistema de beneficios mutuos, una solidaridad de casta por encima de diferencias ideológicas. Hasta que los pillan. En ese caso la solidaridad de grupo actúa para preservar el sistema aunque haya que sacrificar como chivos expiatorios a las ovejas negras. Por otro lado, es esencial resaltar que la gran mayoría de casos de corrupción descubiertos se producen en las instituciones municipales y autonómicas. Es en ese nivel donde funcionan más eficazmente las redes interpersonales locales que crean confianza y complicidad. En ese ámbito es donde más tenues son los controles institucionales. Y en donde medra la especulación inmobiliaria y constructora. Los fondos recabados, casi nunca exclusivamente personales sino que tienen complicidad del ámbito local del partido, alimentan la maquinaria del partido. Pero al ser locales pueden circunscribirse desde el ámbito estatal para evitar que la responsabilidad política y judicial llegue a la cúspide partidaria e institucional. De modo que la financiación ilegal y el aprovechamiento personal funcionan mediante dos mecanismos: múltiples operaciones locales de escasa profesionalidad y algunas operaciones de alto nivel en instituciones claves del Estado (por ejemplo, especulación financiera aprovechando información privilegiada o concesiones de grandes operaciones de infraestructura).
Los mecanismos de control de la corrupción son conocidos: publicidad transparente de la oferta pública, mediante concursos y ofertas en una web abierta de mercados públicos, como en Chile; legislación muy punitiva para cargos públicos corruptos; multas y penas de cárcel severas para los corruptores; comisiones de investigación judiciales independientes del Parlamento; limitación de la reelección de cargos; incompatibilidad estricta con actividades remuneradas privadamente. Tal vez entonces sólo hagan política ciudadanos sin ánimo de lucro. Y los que quieran enriquecerse que lo hagan en el mercado. Una política limpia es posible. Pero no con partidos de ovejas negras y una ciudadanía borreguil.
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