Javier Álvarez Villa
A finales del año 2007 un pequeño
grupo de funcionarios presentamos el primer recurso contencioso frente a una
relación de puestos de trabajo (RPT) de la Administración del
Principado de Asturias por la utilización abusiva y generalizada del sistema de
libre designación (nombramientos a dedo). Desde entonces hasta ahora, actuando
en nombre propio o con el amparo de la asociación Conceyu por Otra Función
Pública n´Asturies, hemos obtenido siete sentencias consecutivas favorables del
Tribunal Superior de Justicia de Asturias, confirmadas en casación por otras
tantas del Tribunal Supremo.
¿Qué se ha conseguido con esta
pelea constante y mantenida en el tiempo? En el año 2007 había más de 400
puestos de trabajo de libre designación en la RPT del Principado (además de las secretarías de
despacho, todas las jefaturas de servicio, todos los puestos de coordinadores,
asesores, interventores, responsables, directores de parques naturales etc.).
La carrera profesional basada en la igualdad de oportunidades y en la
valoración objetiva de los méritos comenzaba y terminaba en las jefaturas de
sección, para los funcionarios de los grupos A y B (A1 y A2) y en las jefaturas
de negociado, para los funcionarios de los grupos C y D.
Hoy, siete años después y como
consecuencia de la derrota judicial sin paliativos de la Administración del
Principado de Asturias, enrocada durante todo este tiempo en la defensa
numantina del clientelismo laboral como sistema para el ascenso profesional, disponemos
de una ley (Ley 7/2014, de 17 de julio) que reduce notablemente el uso de los
“nombramientos a dedo”. A partir de ahora, las secretarías de despacho de los
Directores Generales, los jefes de Servicio, los interventores, letrados,
coordinadores, asesores, responsables, directores de espacios naturales y otros
puestos similares, deberán nombrarse obligatoriamente por concurso de méritos.
Aunque no se trata de una ley perfecta, parece evidente que se ha producido un
avance legislativo notable hacia la objetivación de una carrera profesional más
justa y ajena al compadreo, el amiguismo y el enchufismo con los que se viene
desenvolviendo hasta ahora. La aplicación práctica que se haga de esta ley irá
dando cuenta del resultado real de los avances, pero no vamos ahora a dar
pábulo a los pájaros de mal agüero que vienen repitiendo una y otra vez, como loros amaestrados, que ni las resoluciones judiciales, ni los cambios
legales, servirán para nada. De lo que si estamos seguros es de que si
dependiera de la iniciativa de estos comodones “sénecas” de chigre y anonimato,
todo seguiría igual de podrido o quizá peor.
Siete años han tenido que pasar
para llegar hasta aquí y el camino recorrido no ha sido fácil. Hubo que superar
algunas dificultades y digerir algunas decepciones de desertores, celosos y pusilánimes, pero así suele ser la vida,
especialmente cuándo uno decide asumir algún riesgo, por mínimo que sea.
Pero, en su conjunto, el balance
de la lucha ha dejado más satisfacciones que sinsabores. Mi agradecimiento a un
grupo fiel de compañeros que han sostenido la pelea por creer que merecía la
pena, a principios del siglo XXI, defender la igualdad frente al privilegio, el
mérito frente a la recomendación, la legalidad frente a la arbitrariedad, una
Función Pública democrática frente al rancio corporativismo de castas burocráticas
acostumbradas a promocionar a sus recomendados mediante gestiones telefónicas. Y todo
ello, sin buscar ninguna prebenda como moneda de cambio, porque nosotros nunca
tuvimos, ni tenemos, nada que negociar con esas castas de políticos –
burócratas y burócratas – políticos. En nuestras demandas judiciales no
había ningún “otrosí” ofreciendo tregua a cambio de concesiones.
Muchos han sido los correos y
mensajes de apoyo durante este tiempo de compañeros que nos animaban porque
estábamos defendiendo una causa justa. Las noticias sobre los éxitos judiciales
conseguidos fueron, en muchas ocasiones, las más votadas en las ediciones
digitales de los periódicos, siendo una buena muestra de que hemos contado con
una corriente de simpatía nada desdeñable en una sociedad poco propensa a reconocer
los éxitos ajenos.
Cuando en el mes de diciembre del
año 2010 el Gobierno de coalición PSOE-IU impulsó y aprobó una ley para
desactivar las resoluciones judiciales en su contra y otorgar patente de corso
a la libre designación de jefes de servicio, letrados etc., nos quedamos en
solitario recurriendo la nueva RPT aprobada en aplicación de dicha ley – ningún sindicato tuvo a bien acompañarnos en
esa incómoda tarea, pues todo eran excusas y evasivas: cómo se ha legalizado la
libre designación ya nada se puede hacer, sólo cabría acudir al Tribunal Constitucional,
pero ese camino es prácticamente inviable etc... -. Pero, a diferencia de todos los
que tiraron la toalla antes de tiempo, nosotros sosteníamos que la Ley del arecismo terminal era
una monumental chapuza, mal redactada y peor concebida, que debía interpretarse
en consonancia con el Estatuto Básico del Empleado Público, norma básica
estatal que seguía regulando la libre designación como un sistema de
nombramiento excepcional a justificar caso por caso y puestos a puesto, cuando
concurrieran razones de especial responsabilidad y confianza. Prontamente la Justicia vino a darnos la
razón y la última muralla levantada por el Poder político – corporativo en
defensa de la generalización de los nombramientos a dedo se vino a bajo con
estrépito.
Siete años en los que algunos
conspicuos representantes de la alta burocracia beneficiaria del sistema
dedocrático no han dudado en propalar infundios insidiosos, eso sí, en la
pequeña escala de los conspiradores de cafetería, tachándonos de resentidos, grupo
de reventadores del sistema, abertzales disfrazados etc. A estos ignorantes
autocomplacientes sólo cabe responderles con la conocida frase de Orwell: “en
una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”
Siete años, en fin, en los que la
pasividad y la complacencia de las organizaciones sindicales, salvo honrosas
excepciones, ha resultado patética. Poco podíamos esperar de los grandes
aparatos sindicales, que han sido en buena medida colaboradores necesarios, por
acción u omisión, de la degeneración del sistema constitucional de Función
Pública, tolerando que no se convocaran concursos de mérito dentro de los
plazos legales establecidos, que se mantuvieran nombramientos provisionales de
duración indeterminada, que se constituyeran tribunales de selección con
criterios estrictamente políticos etc. Más sorprendente resulta, sin embargo,
el comportamiento de algunos sindicatos alternativos, que durante todo este
tiempo se han limitado a gritar de boquilla lo malo que era el abuso de los
nombramientos a dedo, a divulgar panfletos con rancias soflamas, pero sin adoptar
ninguna medida resolutiva, dando siempre la impresión de que utilizaban a drede
un arma con la espoleta desactivada.
Por experiencia propia conozco
bien que estos pequeños sindicatos alternativos no escapan a la ley de hierro
de las oligarquías: sus elites de mando – muy poco numerosas, sin duda, en
comparación con las de los grandes dinosaurios sindicales – también tienen sus
propios intereses personales, que pasan casi siempre por mantener las buenas
relaciones con los señoritos del cortijo, especialistas consumados en el
reparto de pequeñas prebendas y en el trato deferente y cortés hacia los
representantes sindicales.
Siete años de lucha que no son el fin de nada, ni
nos dan derecho a cantar ninguna victoria. La pelea por una Función Pública
profesional, imparcial y objetiva debe seguir más viva y enérgica que nunca.
Pero sólo los miopes, los acólitos de la casta de burócratas - políticos y los envidiosos apáticos pueden
seguir sosteniendo que nada ha cambiado y que todo sigue igual.
Lo primero felicitaros por estos siete años de hacer cosas en contra del clientelismo en la administración… Y mucho más habría que hacer.
ResponderEliminarNo obstante, en lugar de caer en la autocomplacencia que parece caer el artículo y en el insulto a la crítica recibida, sí que habría que reconocer que las muchas victorias judiciales siguen siendo pírricas en las ejecuciones de las mismas, y lo conseguido en cuanto a que el personal de libre designación se reduzca, seguramente se traducirá en una entrada en la libre designación de personal directivo no funcionario (y no necesariamente independiente), en el acceso ahora en destino definitivo a los puestos de jefes de servicio y secretarios de directivos de los mismos que estuvieron en libre designación (que son los que tendrán los méritos), y en el aumento de los jefes en detrimento de los “indios”, pues al no poder aumentarse el coste en personal, el hecho de que ahora haya más jefes no puede salir de otro sitio.
Por ello, echo en falta esto en el artículo y, a riesgo de caer en todos los calificativos que se reparten a los que ven ambas caras de la moneda, no puedo por menos que hacer ver que los avances a veces son como en la canción: “1,2,3, un pasito p’alante María,… 1,,2,3 un pasito p’atrás”.
Pd. Y el anonimato no es más que otra forma de mantener la independencia.
Al comentarista anónimo:
ResponderEliminarPretender que en unos pocos años el sistema de carrera profesional vigente en la Administración del Principado, basado en la confianza (personal, profesional, política, sindical etc.), se sustituya por un sistema de igualdad y mérito estricto, sin que la reallidad preexistente y vigente durante décadas tenga consecuencias o efecto alguno y se borre de un plumazo, es - a mi juicio - cuando menos un planteamiento ingenuo. Esa sería la solución ideal. pero la vía por la que nosotros hemos optado, a saber, la defensa de la legalidad en el marco de las posibilidades que ofrece hoy el Estado de Derecho, deja escaso margen a las soluciones revolucionarias, por muy deseables que fueran ( las sentencias conseguidas y las ejecuciones pedidas han dado un resultado concreto, que no cabe minusvalorar)
Más bien creo que el cambio será lento, que exigirá no sólo reformas legislativas, sino también cambios de mentalidad en la elite burocrática, pero por algo hay que empezar.
¿ Cuál era la alternativa, a tu juicio, a la judicialización del sistema clientelista que hemos iniciado hace siete años? Si la hay y puede ofrecer mejores resultados, estamos abiertos ya a ponerla en práctica. Solo falta que nos la comuniques.
Sobre la comparación entre lo que había y lo que habrá si se aplica correctamente la nueva Ley, los datos son contundentes: de más de 400 puestos de libre designación se pasaría a 72 de personal directivo - figura que rechazamos, como ya hemos venido exponiendo públicamente en los últimos tiempos-
Que los méritos consolidados por los nombrados a dedo les servirán para consolidar ahora los puestos que ya ocupan está por ver ( no adelantemos acontecimientos). Pero aunque así fuera, a mi juicio lo fundamental es que el cambio del sistema de libre designación a concurso - si se aplica correctamente - impedirá repitir esta situación de cara al futuro: la realidad de que los libres designados se elijan al margen y antes de la convocatoria pública del puesto, por ejemplo, podría desaparecer.
Finalmente, no pretendo ser en modo alguno autocomplaciente. Claro que queda mucho por hacer y claro que se puede hacer más. Pero para ello necesitamos más brazos y más aportaciones, que permitan poner en marcha otras y mejores iniciativas. Por ello te invito a participar en esta asociación, con la garantía del anonimato, por supuesto.
Si somos muchos con los mismos proyectos, sin duda conseguiremos más.
Un saludo
Javier Álvarez Villa
Compañero anónimo:
ResponderEliminarNo veo ninguna diferencia entre tu fatalismo crítico y los defensores de la dedocracia funcionarial. Ambas posiciones conducen al mismo resultado: mantener el statu quo y que nada cambie.
En todo caso, constato tu deficiente conocimiento del alcance jurídico de las resoluciones judiciales recaídas sobre la libre designación abusiva y, en particular, sobre las consecuencias legales de la suspensión cautelar del sistema. Allá tú.
Doy por cerrado el debate
Javier Álvarez Villa
Que la función pública asturiana adolece de graves males nadie lo puede poner en duda. Pero que el Conceyu ha hecho mucho por solucionar males estructurales tampoco. Si no fuera por esas sentencias, así como las de USIPA, que se ha sumado al carro de las impugnaciones de las RPT, no hubiéramos llegado a la situación actual.
ResponderEliminarComo al anterior anómino, a mí también me tocó pleitear, pero las sentencias judiciales a favor de las tesis del Conceyu y USIPA allanaron el camino.
Ahora bien, sigue quedando mucho aún por hacer, pero más bien será una lucha dentro de la propia organización. Y hay gente muy dispuesta a dar la batalla desde dentro. No sé si muchos o pocos, pero en todo caso, suficientes para mejorar el funcionamiento.
Por supuesto que poco o nada podemos esperar de las organizaciones sindicales (salvo alguna honrosa excepción), y máxime ahora que se acercan las elecciones sindicales, pero eso no quita para que sigamos intentando mejorar lo mejorable, cambiar lo que no funcione y destruir lo que atenta contra la dignidad de la Función Pública.
Excelente