José Luis Suárez Pérez del Río
La Nueva España, 9 de Julio del 2009
La Nueva España, 9 de Julio del 2009
Todo el que siga las reacciones político sindicales emanadas de la sentencia del TSJA sobre la carrera profesional de los funcionarios del Principado de Asturias y no esté en alguna de las partes interesadas puede observar objetivamente con estupefacción la falta de criterios objetivos de nuestros cargos electos. El señor Areces y la señora Migoya esgrimen con absoluta desvergüenza el criterio de buena fe a la hora de justificar una firma que todos los jueces del TSJA declaran ilegal. Las dos grandes centrales sindicales CC OO y UGT, en una muestra más de pesebrismo y estómagos agradecidos, se rasgan las vestiduras ante el hecho de que haya sindicatos a los que todavía les importe ante todo la ley e, indignados por ello, personajes como el señor Pino proponen correr a gorrazos a dichas organizaciones. ¿Estamos en una república bananera, en el virreinato del todo vale porque lo digo yo?
Al final hay algo evidente. El anzuelo de un puñado de euros trató de comprar voluntades y en su mayoría el funcionariado picó en el mismo. De poco sirven las palabras dignidad, ética y coherencia frente al vil metal. La venta de las mismas por dinero sólo responde a un verbo: prostituirse. ¡Qué mal suena! ¿verdad? Sí, pero ése es el verdadero significado, lo demás son eufemismos. Y, ¡ojo!, a los demás también nos interesa mejorar nuestro salario; no somos la madre Teresa de Calcuta, pero queríamos saber qué firmábamos y, como castigo a esa pregunta, la señora Migoya se ha encargado de vender a la opinión pública que ese «reducto» de funcionarios no cobrantes de su «imaginaria carrera» no existía y esa falta a la verdad, repetida una y otra vez, nos hizo a todos someternos a una evaluación que, según ella, todos habíamos pedido al adherirnos a su «carrera». Como colofón, el precio de nuestra insistencia es escuchar cómo se nos tacha en nuestros lugares de trabajo de insolidarios. ¿Alguien lo entiende? Sí, yo, que he cobrado hasta ahora 4.000 euros menos que mis compañeros por el mismo trabajo, ¡yo soy el insolidario!
Al final hay algo evidente. El anzuelo de un puñado de euros trató de comprar voluntades y en su mayoría el funcionariado picó en el mismo. De poco sirven las palabras dignidad, ética y coherencia frente al vil metal. La venta de las mismas por dinero sólo responde a un verbo: prostituirse. ¡Qué mal suena! ¿verdad? Sí, pero ése es el verdadero significado, lo demás son eufemismos. Y, ¡ojo!, a los demás también nos interesa mejorar nuestro salario; no somos la madre Teresa de Calcuta, pero queríamos saber qué firmábamos y, como castigo a esa pregunta, la señora Migoya se ha encargado de vender a la opinión pública que ese «reducto» de funcionarios no cobrantes de su «imaginaria carrera» no existía y esa falta a la verdad, repetida una y otra vez, nos hizo a todos someternos a una evaluación que, según ella, todos habíamos pedido al adherirnos a su «carrera». Como colofón, el precio de nuestra insistencia es escuchar cómo se nos tacha en nuestros lugares de trabajo de insolidarios. ¿Alguien lo entiende? Sí, yo, que he cobrado hasta ahora 4.000 euros menos que mis compañeros por el mismo trabajo, ¡yo soy el insolidario!
No hay comentarios:
Publicar un comentario